Tal día como hoy del año 1808, hace 217 años, en Aranjuez (Castilla), culminaba el golpe de Estado que había liderado el príncipe heredero Fernando contra sus padres, los reyes Carlos IV y María Luisa, iniciado el día antes (18 de marzo de 1808) y que se saldaría con la deposición de los monarcas y del primer ministro Godoy, y con la coronación del jefe de los golpistas, que reinaría como Fernando VII. Aquel golpe, que —reveladoramente— sería llamado Motín de Aranjuez, se desarrolló en los alrededores del Palacio Real de Aranjuez (una de las residencias de descanso de los reyes españoles de la época) y enfrentó de forma cruenta a los golpistas contra la Guardia Real. El heredero rebelde contaría con el apoyo de las clases aristocráticas más reaccionarias de la corte de Madrid.
Después del golpe de Estado, los reyes depuestos y el primer ministro y su esposa fueron expatriados y acabaron acogidos por su principal aliado: el imperio francés de Napoleón, que los hospedó en el castillo de Marraq, en Bayona (País Vasco francés). Napoleón no estaba satisfecho con el curso de los acontecimientos en Madrid y empezó a articular un gobierno en la sombra, formado por una sesentena de personalidades españolas contrarias a la deriva involucionista de Fernando VII. Este grupo de personalidades, con el asesoramiento de especialistas franceses, redactarían la primera constitución de la historia del Estado español: la Carta de Bayona (1808), que se anticiparía cuatro años a la Constitución de Cádiz. (1812).
Napoleón nunca confió en los Borbones (ni con Carlos IV ni con Fernando VII) para su proyecto de dirigir España con las ideas de modernidad de la Revolución Francesa (1791-1794). Después del golpe de Estado de Aranjuez, Napoleón citó a Fernando VII en Bayona y le compró la corona española (6 de mayo de 1808). Tres meses y medio después del golpe de Estado involucionista de Aranjuez y dos meses después de la compraventa de la corona española, José Bonaparte —hermano mayor del emperador Napoleón— llegaba a Madrid y era coronado como José I y, acto seguido, sancionaba la Carta de Bayona. Fernando VII permaneció en Valençay (Francia) esperando el cobro de la venta de la corona española.