Tal día como hoy del año 1939, hace 86 años, en el contexto de los últimos días de la Guerra Civil española (1936-1939) y después de dos años largos de asedio, las tropas franquistas ocupaban Madrid sin resistencia. Dos semanas antes (12 de marzo de 1939) el coronel Segismundo Casado, jefe militar de la defensa republicana de Madrid, y Cipriano Mera, líder de los anarquistas, habían perpetrado un golpe de estado y habían derrotado y desarmado a las milicias comunistas. Julián Besteiro, líder del PSOE, había dado apoyo a aquel golpe de estado, según las posteriores declaraciones, "para impedir que la España republicana se convirtiera en una colonia soviética". Casado y Besteiro negociarían la rendición de Madrid, que se produciría el 28 de marzo de 1939.

Desde, prácticamente, el inicio de la Guerra (octubre, 1936), la Junta Técnica del Estado (el Gobierno de los rebeldes durante la Guerra) había estado ubicada en Burgos, en el edificio histórico de la Casa del Cordón, y, por lo tanto, desde los primeros compases de conflicto, la capitalidad política y militar de la España rebelde había estado situada en Burgos. Con la rendición y ocupación de Madrid, todo el mundo esperaba que Franco ordenara el traslado del Gobierno; pero, contra la opinión generalizada de los mandos militares rebeldes, Franco ordenaría ubicar, definitivamente, la capital del Estado español en Burgos. Según algunas fuentes, el dictador pretendía castigar Madrid por mostrar resistencia ante los intentos de ocupación de las tropas franquistas.

También, según estas fuentes, durante los días siguientes, las oligarquías económicas madrileñas (que habían dado apoyo al golpe de estado militar y que habían financiado al ejército franquista durante el conflicto) tuvieron varias reuniones con el dictador para hacerlo cambiar de opinión. Estas mismas fuentes afirman que Franco no solo quería castigar Madrid, sino que se quería quedar en Burgos porque se sentía más cómodo y, sobre todo, más seguro en una pequeña ciudad de 50.000 habitantes —dominada por sus oligarquías tradicionales y que ya había sido depurada ideológicamente— que en una gran ciudad de 900.000 habitantes en la que permanecía una oposición clandestina que podía hacer que se sintiera amenazado.