Tal día como hoy del año 1393, hace 630 años, en Aviñón (Estados Pontificios), el pontífice Clemente VII, también conocido con el sobrenombre de Papa Médici, firmaba —a petición de los reyes Juan I y Violante de Bar— la autorización para la fundación de un monasterio en la falda de la montaña de Collserola, en un paraje de la parroquia de Sant Genís dels Agudells, en el municipio de Barcelona. Aquel monasterio sería dedicado a Sant Jeroni, y los primeros ocupantes serían un grupo de ocho monjes procedentes del monasterio de Sant Jeroni de Cotalba (cerca de Gandia, País Valencià). El monje Jaume-Joan Ibáñez sería el director de las obras de construcción del monasterio, y sería también el primer prior de aquella comunidad monástica.
A principios del siglo XV, aquel paraje boscoso y empinado estaba presidido por el monasterio y varias ermitas esparcidas a su alrededor, que databan de la época carolingia (siglos IX y X). Algunos armadores del barrio de La Ribera de Barcelona, que viajaban a menudo a las costas orientales del Mediterráneo, afirmarían que aquel paisaje guardaba muchas similitudes con el del Valle de Hebrón, que había formado parte del Reino de Jerusalén, de las cruzadas (1099-1291), y en aquel momento era una posesión de los estados musulmanes de la región. Este cambio de dominio no había afectado a las relaciones comerciales (los comerciantes catalanes tenían una vinculación muy estrecha con Alejandría), y ello explica por qué aquel paraje pasó a llamarse de esta manera.
El monasterio de Sant Jeroni de la Vall d’Hebron vivió su etapa más esplendorosa durante el reinado de Alfonso el Magnánimo (segundo cuarto del siglo XV). La reina María de Castilla, esposa de Alfonso, fue una destacadísima mecenas del monasterio que impulsó obras de mejora y ampliación, y que lo dotó de una extraordinaria biblioteca. Su decadencia se inició a partir del siglo XVII. Su posición estratégica lo convirtió en el cuartel de los mandos de los ejércitos que sitiaban Barcelona. Fue militarizado durante la Guerra de Separación de Catalunya (1640-1652/59), durante la Guerra de los Nueve Años (1688-1697), durante la Guerra de Sucesión (1705-1714/15) y durante las Guerras Napoleónicas (1808-1812).
En 1835, con la ley de desamortización de Mendizábal, se produjo un abandono total que precipitó su ruina. A finales del siglo XIX, había sido objeto de varios saqueos y solo quedaban en pie algunas paredes. En aquella misma época, se trazó la carretera de Gracia a Manresa (actualmente denominada carretera de la Arrabassada) que pasaría por el medio de la finca y que culminaría la destrucción de los edificios monásticos.