Tal día como hoy del año 1834, hace 191 años, en Deredia (Álava), y en el contexto de la I Guerra Carlista (1833-1840), el jefe militar del Ejército Carlista del Norte, el general Tomás de Zumalakárregi, ordenaba el fusilamiento de 118 prisioneros de guerra liberales que, el día antes y en el transcurso de la escaramuza de Gamarra Nagusia, se habían rendido a cambio de la garantía de que serían respetadas sus vidas. Aquella escaramuza se había producido durante el intento fallido carlista de ocupar Vitoria-Gasteiz y aquellos prisioneros fusilados eran un grupo de celadores (policías municipales nombrados por el gobierno liberal) que habían sido concentrados en una posición situada en el norte de la capital alavesa para impedir la progresión de las tropas de Zumalakárregi.

La masacre de Deredia se habría consumado en el momento en que Zumalakárregi tuvo constancia de que el jefe militar liberal de la plaza de Vitoria-Gasteiz, el general Joaquín de Osma, había ordenado el fusilamiento de 30 prisioneros de guerra carlistas capturados durante la operación bélica del día anterior. Estas prácticas se generalizarían a medida que avanzaba el conflicto, y el fusilamiento de prisioneros de guerra de ambos bandos o, simplemente, de civiles que defendían sus pueblos de la amenaza de uno de los dos ejércitos, se convertiría en uno constante. Por este motivo, varias potencias europeas obligaron a los contendientes a firmar el Convenio de Elliot (abril, 1835), que quería poner fin a los fusilamientos indiscriminados.

No obstante, aquel grado de violencia no se rebajaría y los fusilamientos indiscriminados o los ataques contra los rendidos no cesarían. En Catalunya, por ejemplo, el 19 de septiembre de 1835 (cinco meses después de la firma del Convenio de Elliot), el capitán del ejército liberal Antoni Niubó ordenaba el fusilamiento de 71 prisioneros carlistas de la compañía del Rosset de Belianes que se habían rendido después de la batalla de Guimerà. Y el 1 de marzo de 1838, el capitán carlista Manuel Ibáñez Ubach, apodado el Llarg de Copons, ordenaba masacrar con artillería pesada a la compañía de voluntarios liberales del capitán Josep Ayné, formada por más de 100 hombres, que se había refugiado en el interior de la iglesia de Vilallonga del Camp.