Tal día como hoy del año 1939, hace 80 años, La Vanguardia Española informaba de que la Gendarmería francesa había detenido al dirigente anarquista Aurelio Fernández Sánchez, conocido popularmente como el Cojo, que en 1936 había sido jefe de la Junta de Seguridad Interior de la Generalitat, y en 1937, conseller de Sanitat i d’Assistència Social de la Generalitat. Fernández había sido nombrado en pleno conflicto civil español (1936-1939), cuando el president Companys, presionado por los grupos revolucionarios armados que habían contribuido a neutralizar el golpe de Estado en Barcelona, cedió ciertas parcelas de gobierno a la CNT-FAI. Aquella decisión se demostraría un error político de gravísimas consecuencias, que el president Companys siempre lamentaría.
Fernández, dirigente de la Federación Anarquista Ibérica (FAI), era un personaje con un largo pasado delictivo. Había sido fundador de un grupo anarquista armado llamado Los Solidarios (1922), implicado en la guerra del pistolerismo (1920-1923). Se le atribuía el asesinato del arzobispo de Zaragoza (1923), atracos en el Estado español y en Sudamérica y actividad en el mercado negro de armas (1922-1931). Cuando estalló la Guerra Civil (1936), Fernández creó y dirigió las siniestras patrullas de control, formadas por criminales excarcelados por la FAI que extorsionaban y asesinaban a personas por su condición religiosa, por su importancia empresarial, por su ideología contraria al anarquismo, por su cargo político o por su tarea periodística.
Al inicio del conflicto civil español (1936), la opinión pública lo señaló como el instigador, entre otros, de los asesinatos de treinta campesinos de La Fatarella (Terra Alta) que se oponían a la colectivización de la tierra; de los comisarios generales de Ordre Públic de la Generalitat Miquel Badia Capell (1933-1934) y Andreu Revertés (1936), miembros del partido independentista Estat Català, y del periodista Josep Maria Planes, pionero del género de investigación en Catalunya que, a través de la publicación de sus trabajos en el diario El Be Negre, señalaba una sórdida relación entre la FAI y Falange Española. A pesar de aquella detención anunciada por la prensa a bombo y platillo, sorprendentemente no sería nunca reclamado por las autoridades franquistas y acabaría muriendo en el exilio de México en 1974.