Tal día como hoy del año 1919, hace 105 años, a Saint-Germain-en-Laye (a 20 kilómetros al oeste de París), y en el contexto de los meses inmediatamente posteriores a la finalización de la I Guerra Mundial (1914-1918), se firmaba un tratado de paz entre las potencias ganadoras (Gran Bretaña, Francia, Italia) por una parte, y por la otra el Imperio austro-húngaro, que con Alemania había sido el gran derrotado del conflicto. El resultado de aquel tratado fue devastador para el Imperio austro-húngaro.

La coalición vencedora impuso la independencia de Hungría y la creación de Checoslovaquia con las regiones septentrionales austríacas de Bohemia, Moravia y parte de Silesia. Les impuso, también, la pérdida de Eslovenia, Bosnia, Herzegovina, Dalmacia, Croacia y Voivodina para crear el nuevo reino de Yugoslavia, del Trentino, el Triol del Sud, Friul, Istria, que pasaban a dominio de Italia, y Galítzia, que pasaba a Polonia. Los húngaros, aunque conseguían la independencia, tuvieron que ceder Transilvania y Bucovina a Rumania.

Al desguace territorial se sumó el destronamiento de los Habsburgo, que habían gobernado Austria —el núcleo del Imperio—, como duques independientes, archiduques independientes y emperadores, sucesivamente, desde 1278. Y si bien es cierto que a la conclusión de la I Guerra Mundial, la sociedad de las diferentes naciones que componían al Imperio habían obligado al emperador Karl Franz Joseph a abdicar, también lo es que el Tratado de Saint-Germain no dejaba ninguna posibilidad al retorno de los Habsburgo al trono de Viena.

El trono vienés fue el último reducto del poder de los Habsburgo, una estirpe que, entre 1519 y 1659, había sido la más poderosa del mundo. Durante aquella etapa, diferentes miembros de la estirpe Habsburgo ocuparon, simultáneamente, los tronos de Viena y de Madrid. Después de la guerra de Sucesión hispánica (1701-1715) desaparecen de la península Ibérica, El último Habsburgo que ejerció un dominio en la península sería Carlos de Habsburgo, conde de Barcelona (1705-1714).