Tal día como hoy del año 1508, hace 509 años, Fernando el Católico, rey de la Corona de Aragón y corregente de la Corona de Castilla, firmaba la aceptación del testamento de Cristóbal Colón, muerto dos años antes, que legaba todos sus derechos y honores en el Nuevo Continente a su hijo Diego Colón y Moniz-Perestrello. La aceptación del testamento de Cristóbal Colón se traducía en el nombramiento de su hijo Diego Colón como gobernador de las Indias, aunque el documento testamentario especificaba que su heredero ejercería en calidad de virrey, que era una categoría política superior.
Este hecho provocaría una auténtica crisis política en los territorios coloniales americanos. Cuando Diego Colón tomó posesión de su cargo de gobernador en Santo Domingo, capital de las posesiones coloniales hispánicas, inició la sustitución de elementos próximos a la Corona que ocupaban responsabilidades en la administración por otros que procedían del entorno de su difunto padre y que habían sido marginados. Algunos historiadores han visto en esta maniobra una manifestación del conflicto sordo entre catalanovalencianos (con la participación de judíos conversos), por un lado, y castellanoleoneses, por el otro, por el control del poder colonial.
El propósito de Diego Colón era constituir una entidad política semiindependiente en el Nuevo Continente que se relacionaría con la monarquía hispánica como lo hacían el Principat de Catalunya, el reino de Aragón o el de València. Para organizar políticamente esta entidad, se inspiró en las repúblicas oligárquicas del norte y del centro de Italia. Cuando el rey Fernando tuvo conocimiento de las acciones de Diego Colón, le ordenó que acudiera a la corte y lo cesó de todos sus cargos. A continuación, la administración colonial sería provista, nuevamente, por una larga lista de personajes procedentes de la metrópolis, nombrados a dedo por el rey, que pondrían fin, con el uso de la fuerza, a la crisis.