Tal día como hoy del año 1572, hace 452 años, en Malinas (entonces ducado de Brabante y actualmente país de Flandes), el ejército hispánico de Felipe II, comandado por Fadrique Álvarez de Toledo y Enríquez de Guzmán, hijo y sucesor del duque de Alba (gobernador hispánico de los Países Bajos), se entregaba al saqueo de la ciudad y a la violación, amputación y asesinato de los habitantes que encontraron en su interior. Este episodio fue el inicio de una gran campaña de masacre de la población civil de los Países Bajos, que sería llamada "furia española" y que culminaría cuatro años más tarde (1576) con el asesinato de 20.000 personas en Amberes.

La masacre de Malinas (Mechelen en neerlandés) venía precedida de una escalada de tensión en el conflicto entre los independentistas —mayoritariamente de confesión reformista— y el aparato de dominación hispánico, formado por el ejército y la Inquisición. Pocos meses antes de esos hechos, el rey hispánico Felipe II había aprobado un veredicto de la Inquisición que declaraba herejes a todos los habitantes de los Países Bajos (febrero, 1572), lo que abría la puerta a una gran campaña de represión. Y quince días antes (septiembre, 1572), la ciudad de Malinas había acogido a una delegación de la Geunze (el gobierno independentista) y a un pequeño destacamento militar que la acompañaba, formado por unos 800 efectivos.

En ese momento, el duque de Alba y su hijo decidieron emprender una gran operación de castigo contra Malinas, que debía servir de escarmiento al resto de ciudades del territorio que se había declarado partidario de la independencia. Armaron un ejército formado por 24.000 efectivos, que salió de Bruselas el día antes (1 de octubre de 1572) y que, en pocas horas, se plantó ante las murallas de Malinas, momento en el que el gobierno municipal y la delegación de la Geunze ordenaron la evacuación de la ciudad. En su interior solo quedó la minoría prohispánica, que abrió las puertas a los Tercios mientras entonaba himnos católicos y vivas al rey hispánico.

Sin embargo, el hijo del duque de Alba estaba dispuesto a llevar a cabo su propósito hasta las últimas consecuencias, y autorizó la "saca" de la ciudad. Durante tres días (del 2 al 5 de octubre), los soldados hispánicos —que llevaban meses sin cobrar la paga— se entregaron al saqueo de la ciudad. Los soldados hispánicos fueron especialmente crueles con las niñas y con las mujeres jóvenes, que fueron brutamente violadas, y con los enfermos que no habían podido abandonar la ciudad, que eran arrancados de sus camas y lanzados a la calle desde las ventanas de sus casas para poder rasgar los colchones y buscar el dinero escondido en su interior.