Tal día como hoy del año 1940, hace 84 años, en Hendaya (Iparralde, Francia), los dictadores Hitler y Franco, máximos mandatarios de los regímenes nazi alemán y nacionalcatólico español, se reunían para pactar la entrada de España en la Segunda Guerra Mundial, junto a Alemania, Italia y Japón. Esa reunión se celebró en el vagón "Erika" del tren blindado que el dictador alemán utilizaba para sus desplazamientos, y que estuvo parado en el andén principal de la estación de tren de Hendaya. Hitler y Franco estuvieron acompañados por sus respectivos ministros de asuntos exteriores; Joachim von Ribbentrop y Ramón Serrano Suñer (llamado, popular y clandestinamente, el "cuñadísimo" por su relación familiar con el jefe de Estado español).

Durante la Guerra Civil española (1936-1939), el régimen nazi alemán se había comprometido abiertamente con el bando rebelde de Franco. De hecho, el bando rebelde no tuvo nunca aviación propia, y serían, precisamente, las fuerzas aéreas de los regímenes nazi alemán y fascista italiano las que inclinarían la balanza del conflicto a favor de Franco. Por todo ello, la prensa de la época daba por sentado que Franco ingresaría en el conflicto bélico mundial al lado de Hitler y Mussolini. Pero aquella reunión fue un fracaso absoluto. Aunque Franco era partidario de entrar en la guerra (contra lo que, posteriormente y durante décadas, proclamaría el régimen nacionalcatólico), esa participación quedó muy limitada por varios factores.

El primero sería por para la imposibilidad de prescindir del ejército en sus tareas de represión de la oposición clandestina. El régimen nacionalcatólico de Franco utilizaba al ejército para perseguir y exterminar a la guerrilla clandestina comunista y anarquista de los maquis. El segundo sería por la imposibilidad de enviar al ejército con garantías a los frentes de guerra internacional. El armamento español estaba deteriorado y era obsoleto. Y la tercera, y quizás la más importante, sería la desconfianza mutua que, personalmente, se profesaban ambos mandatarios. En Hendaya, Hitler confirmó la mala opinión que tenía de Franco y, tras esa reunión, maniobró para apartarlo del poder y situar, en su lugar, a Serrano Suñer.