Tal día como hoy del año 1203, hace 821 años, se colocaba la primera piedra del templo de Santa Maria l’Antiga, actualmente conocida como la Seu Vella de Lleida. Previamente, se había derribado, desescombrado y ampliado el espacio en el que se construiría la nueva catedral de Lleida, que, anteriormente, había sido ocupado por la antigua basílica paleocristiana de los siglos IV a VIII (de aquí venía el nombre de "l'antiga") y por la mezquita musulmana de los siglos VIII a XII. Aquel acto estuvo presidido por el rey Pedro I de Barcelona y II de Aragón (que diez años más tarde moriría en la batalla de Muret, 1213), por el conde independiente Ermengol VII de Urgell, por el obispo de la Sedis Ilerdensis, Gombau de Camporrells, y por el arquitecto de la obra, Pere de Coma.

Tras la recuperación de la ciudad (1149), se edificó el templo de Sant Llorenç, que haría las funciones de sede catedralicia durante un siglo largo (1149-1278). Pero el fuerte incremento demográfico de la ciudad animó a las autoridades civiles y religiosas a construir un templo mayor. La nueva catedral sería un edificio de estilo románico (planta y alzados articulados "ad quadrantum"), que respondía a una disposición y una estética muy extendidas en Normandía y muy vinculadas a la orden benedictina. La obra tuvo una duración de 75 años, y la nueva catedral fue consagrada el 31 de octubre de 1278 por el obispo Guillem de Montcada y bajo el reinado de Pedro II de Barcelona y III de Aragón, nieto del rey Pedro, que colocó la primera piedra.

Entremedio, Santa Maria l’Antiga fue el escenario de uno de los episodios más importantes de la historia de Catalunya. El 15 de agosto de 1214, Jaime I, por aquel entonces un niño de seis años que había perdido a sus padres (al rey Pedro, en Muret, y a la reina María, en Roma) entraba en el templo por el crucero izquierdo (la parte construida en ese momento) cogido de la mano de su tutor, Espárago de la Barca (un pariente al que él siempre llamó 'tío') y se dirigía al altar para ser coronado. Las especiales circunstancias del momento (la muerte del rey y de la flor y nata del brazo militar en Muret amenazaba la desaparición del edificio político catalanoaragonés) obligarían a celebrar la que sería la única coronación conjunta (con la presencia de los estamentos catalanes y aragoneses) de la historia catalanoaragonesa.