Tal día como hoy del año 1274, hace 751 años, el rey Jaime I firmaba la Carta Pobla de Vila-real, el documento fundacional de esta ciudad de la Plana. En ese documento se decía que se segregaba la mitad del término de Borriana situada en torno a la confluencia de los ríos Millars y Sec, en una zona donde quedaban algunas alquerías de la época andalusí. Vila-real fue creada, íntegramente, con población originaria del Principat de Catalunya y, en menor medida, del reino de Aragón, y fue, desde el inicio de su historia, una ciudad de mayoría cristiana.

Vila-real fue la primera ciudad medieval valenciana de plano reticular. Su dibujo urbanístico tenía una clarísima influencia de la tradición romana y estaba marcado por dos ejes principales: uno de sentido norte-sur (el cardo romano), que sería el camino real Barcelona-Tortosa-València, y otro este-oeste (el decumano romano), que sería el camino real que unía Borriana (en ese momento la principal ciudad de la Plana) y Onda (la puerta de entrada a las sierras interiores del país). Estos ejes dividían la ciudad en cuatro barrios, recluidos dentro de una muralla de trazado rectangular.

A partir de estos ejes, se dibujó un trazado de calles paralelas y perpendiculares que resultaba una extraordinaria novedad en ese contexto histórico. En este punto, es importante recordar que este dibujo, llamado reticular (un trazado urbanístico formado por manzanas cuadradas que crean una red), era propio del mundo antiguo (griego y romano) y había sido ampliamente aplicado en todo el territorio (siglos III a.C. a V d.C.), pero había sido abandonado con la caída del imperio (siglo V) y había desaparecido, totalmente, con la conquista y dominación árabe del territorio (siglo VIII a XIII).