Tal día como hoy del año 1410, hace 614 años, en el Salón del Tinell del Palau Reial de Barcelona, se ultimaban los preparativos para la ceremonia de legitimación de Federico de Aragón-Rizzari, hijo natural y único descendiente varón del difunto Martín el Joven (heredero al trono, muerto prematuramente el año anterior) y del rey Martín I, llamado "el Humano". Incluso antes de la inesperada desaparición de Martín el Joven, muerto sin descendencia legítima durante la campaña de Cerdeña (1409), el rey Martín I —que no confiaba en la misión reproductiva que tenía encomendada su hijo— había ordenado traer al pequeño Federico a la corte (1407), darle una formación para gobernar la Corona y preparar su legitimación.
El pequeño Federico (1402) era fruto de una relación extramatrimonial entre Martín el Joven (en ese momento, casado con su primera esposa, María de Sicilia) y la noble palermitana Tarsia Rizzari. Durante los primeros años (1402-1407), su vida había transcurrido en la corte de los reyes catalanosicilianos de Palermo, pero en 1407 fue reclamado por Martín I y fue arrancado del lado de su madre, a la que no se le permitió viajar a Barcelona y establecerse en la corte catalana con su hijo. La cancillería de Barcelona era obsesivamente legitimista y el trono catalanoaragonés era el único de la Europa medieval que no había sido nunca ocupado por un rey de origen ilegítimo o descendente de padres ilegítimos.
Por este motivo, Martín I tuvo que desplegar un enorme y pesado argumentario legal, que debía culminar con la protocolaria ceremonia de legitimación y la aceptación del nuevo heredero por parte de las distintas cortes que formaban el edificio político catalanoaragonés. Cuando todo estaba preparado, el día anterior, el 31 de mayo, el rey Martín I moría de forma inesperada y misteriosa. Y el pontífice cismático Benedicto XIII —el Papa Luna, protegido por Martín I— y que debía colaborar en la tarea de elaboración del argumentario de legitimación de Federico, se retiró sospechosamente. No obstante, durante todo el día se mantuvo la esperanza de que se produciría algún acontecimiento que permitiría sacar adelante esa ceremonia.
Martín I murió, oficialmente, debido a los achaques que arrastraba. Era un hombre obeso y con una edad relativamente avanzada para la época (54 años). Pero desde un primer momento, el misterio se cernió sobre esa muerte. La historiografía romántica catalana había visto la mano de los partidarios de Fernando de Trastámara (el sobrino del difunto rey, que acabaría ciñéndose la corona). Pero la investigación moderna (siglo XXI) no señala una autoría tan clara. La legitimación de Federico perjudicaba tanto a Fernando de Trastámara como a Jaime de Urgell. Eran los dos candidatos mejor situados, y la posterior afiliación del Papa Luna al partido de Fernando solo obedecería a la defensa de sus intereses personales (la garantía de perpetuación de esa protección).