Tal día como hoy del año 1705, hace 319 años, el Dietario de la Generalitat consignaba que, entre las siete y las ocho de la mañana, los vigías de las torres de la muralla de Mar de Barcelona habían avistado una gran escuadra naval austriacista: "S’ha dexat veure (...) la armada de Inglaterra i Olanda, que compon més de cent sinquanta veles y se ha parat davant de esta ciutat". En aquel momento, la ciudad y el país estaban gobernados por el minoritario partido borbónico, que había proscrito la mayoritaria causa austriacista y había perseguido y encarcelado a sus dirigentes. Por este motivo, cuando se hace mención de la presencia de este grupo naval, se presenta como una amenaza y se habla de "armada enemiga".

La presencia de aquel gran grupo naval obedecía al Pacto de Génova, que, poco antes (20 de junio de 1705) habían suscrito el representante plenipotenciario inglés Mitford Crowe (hombre de negocios muy vinculado a Catalunya) y un grupo de dirigentes del partido austriacista catalán, encabezados por Antoni de Peguera y los hermanos Eimeric y Domènec Perera. En aquel pacto, se decía que las fuerzas aliadas desembarcarían en Catalunya para liberarla del dominio borbónico y, en contrapartida, el partido austriacista catalán derrocaría al gobierno colaboracionista, armaría un ejército de 6.000 efectivos y las Cortes catalanas proclamarían a Carlos de Habsburgo conde independiente de Barcelona y legítimo rey al trono de las Españas.

Tan solo unas horas más tarde de aquel avistamiento, las tropas de la alianza internacional austriacista desembarcaban en Montgat y en Badalona. Durante las semanas posteriores, el partido austriacista catalán presentó una primera leva de 2.000 hombres, que con los 9.000 efectivos angloneerlandeses, se dirigieron a Barcelona y el 14 de septiembre de 1705 ponían sitio a la ciudad. Las autoridades borbónicas cerraron la ciudad a cal y canto, pero el 9 de octubre de 1705, las clases populares barcelonesas, dirigidas por una vecina anónima nombrada Jerònima Peir, se rebelaron, tomaron el poder y abrieron las puertas de la ciudad.

El virrey borbónico de Catalunya, el castellano Francisco Antonio Fernández de Velasco y Tovar, pactó salir con vida de la ciudad y el libre tráfico hasta Castilla. A cambio, aceptaría dejar a todos sus colaboradores y toda la documentación del despacho en manos de las nuevas autoridades de la ciudad.