Tal día como hoy del año 1660, hace 358 años, se firmaba el Tratado de Llívia entre los representantes de las monarquías hispánica y francesa, que quedaría como un anexo al Tratado de los Pirineos, firmado por los mismos actores un año antes. El Tratado de Llívia representaba un incremento de los territorios inicialmente cedidos a Francia en el Tratado de los Pirineos. En este, los negociadores hispánicos cedían los territorios de las actuales comarcas del Rosellón, el Vallespir, el Conflent, el Capcir y buena parte de la Alta Cerdanya; en el Tratado de Llívia se sumaban treinta y tres pueblos del valle del río Querol (en el oeste de la Alta Cerdanya) entre Porta (en la falda del Pimorent) y la Tor de Querol.
La reapertura y ampliación del Tratado de los Pirineos, que se materializaba con la firma del Tratado de Llívia, ponía de relieve la debilidad militar y diplomática de Madrid ante la fortaleza y la ambición de París. Revela un cambio de liderazgo europeo: la monarquía francesa sustituía a la hispánica en la primacía continental. Sin embargo, si hay algo que queda especialmente manifiesto, es la cultura punitiva que imperaba en la corte de Madrid. Felipe IV no perdonó nunca a los catalanes la Revolución y la Guerra de los Segadores (1640-1652) y prefirió amputar Catalunya, violando las Constitucions, antes que ceder a la ambición prioritaria de Francia: los Países Bajos hispánicos (la actual Bélgica).
En el Tratado de Llívia tuvieron una participación destacada dos personajes que serían decisivos y que, por su perfil, anticipaban el papel que tendrían las dos potencias en Catalunya los años inmediatamente posteriores. Por el lado hispánico, el catalán Miquel de Salbà, íntimamente vinculado con el bandolerismo señorial y que, sin prácticamente estudios, ejercería varios cargos en la administración hispánica. Y, por el lado francés, el obispo occitano Pèire de Marca que, con el pretexto de combatir el calvinismo, había sido el responsable de la masacre de mujeres y niños en Donibane Lohizune (País Vasco francés) en ausencia de los hombres, embarcados en alta mar.