Tal día como hoy del año 1700, hace 324 años, en Versalles, el rey Luis XIV de Francia coronaba a su nieto Felipe nuevo rey de la monarquía hispánica. Aquella ceremonia obedecía a una sucesión de hechos que se habían producido durante los años inmediatamente anteriores. La salud del rey hispánico Carlos II había empeorado notablemente. La falta de descendencia del rey hispánico había obligado a las potencias europeas a buscar una solución de compromiso para evitar la ruptura del equilibrio continental. Pero el elegido a suceder a Carlos, José Fernando de Baviera, había muerto acto seguido (febrero, 1699); y a continuación el rey hispánico había firmado hasta dos testamentos diferentes: el primero (abril, 1699) a favor de Carlos de Habsburgo; y el segundo (octubre, 1699) a favor de Felipe de Borbón.

El pretendido cambio de opinión de Carlos II obedecía a las maniobras de un poderoso partido proborbónico en la corte de Madrid, dirigido por el cardenal Portocarrero, valido del rey, que sería acusado de falsificar el último testamento del moribundo monarca. Este partido proborbónico se habría articulado a partir del convencimiento de que los Borbones impondrían una nueva arquitectura de Estado que pretendía la transformación de la naturaleza de la monarquía hispánica: de un Estado compuesto o foral hacia un Estado uniforme y centralizado —de fábrica y expresión castellana— que acabaría con los independentismos (Catalunya, Nápoles, Sicilia, Países Bajos hispánicos). También este partido proborbónico se había articulado y desarrollado con la generosa financiación de Versalles.

Después de la muerte de Carlos II (1 de noviembre de 1700) se abrió el testamento. Luis XIV no quiso esperar que su nieto Felipe fuera coronado en cada uno de los nuevos dominios que había heredado. Y en un acto de arrogancia que contenía un mensaje clarísimo (proclamaba que Francia había derrotado y relevado la monarquía hispánica en el liderazgo mundial), coronaba a Felipe ante la corte de Versalles, despreciando totalmente aquella corte de Madrid dominada por el mayoritario partido proborbónico. Acto seguido, ordenó dibujar un almanaque para 1701 que ilustraba aquella humillante situación para la corte hispánica y lo esparció por todas las cancillerías de Europa.