Tal día como hoy del año 1672, hace 352 años, un regimiento de zapadores del ejército francés de Luis XIV, comandados por el ingeniero militar Sebastien la Preste de Vauban, iniciaban el derribo del castillo de Rià. En fuentes medievales (la Gesta Comitum Barchinonensium, la historia de la casa condal barcelonesa, entre los siglos VIII y XII, y redactada entre 1170 y 1195), el castillo aparecía documentado como “castillo de Arrià” y como casa de nacimiento del conde Wifredo el Velloso (840), fundador de la estirpe nacional catalana de los bellónidas, que habían gobernado el país durante cinco siglos y medio (878-1410). Este castillo estaba situado a tres kilómetros al oeste de Prada de Conflent y a cinco kilómetros al sur de la abadía de Sant Miquel de Cuixà.
Pero este origen parece que sería fruto de la tradición. La primera mención documental del castillo de Rià es de 1195 (tres siglos después del nacimiento de Wifredo). Y, por otra parte, la investigación historiográfica moderna sitúa el lugar de nacimiento de Wifredo en Girona, durante la época en que Sunifredo, su padre, era conde carolingio de aquel condado. Otros historiadores sostienen que Wifredo no nació en Girona, porque Sunifredo no fue nombrado conde de Girona hasta el año 844, cuando el Velloso ya tenía cuatro años. Estos historiadores señalan que el año 840 (año de nacimiento de Wifredo), Sunifred era conde carolingio de Cerdanya y de Urgell; si bien es cierto que el paraje donde, posteriormente, se documenta el castillo de Rià, en aquel momento formaba parte del condado ceretano.
El derribo del castillo de Rià (1672) se produjo en el contexto político y militar surgido después de la firma del Tratado de los Pirineos (1659-60), entre las monarquías hispánica y francesa, que había culminado con la amputación de los condados del Roselló y parte del de la Cerdanya. Desde la firma de aquel tratado, se habían producido varias revueltas en aquellos condados norpirenaicos, articuladas por un movimiento popular llamado Angelets de la Terra. Las fuerzas de ocupación francesas justificaron el derribo del castillo de Rià como una medida que perseguía un doble propósito: eliminar un elemento que tenía una fuerte carga simbólica para los catalanes y destruir una fortaleza que era utilizada por la resistencia catalana contra la ocupación francesa.