Tal día como hoy del año 1936, hace 81 años, morían en escenarios distantes pero con pocas horas de diferencia y en extrañas circunstancias Francisco Ascaso Abadía y José Sanjurjo Sacanell, dos personajes clave en los sucesos que precederían la rebelión militar del 18 de julio de 1936 y la posterior revolución que se desencadenó en la retaguardia republicana. Ascaso era uno de los líderes —a nivel estatal— de la CNT (Confederación Nacional del Trabajo) y uno de los máximos representantes del movimiento anarcosindicalista español. Y Sanjurjo, teniente general del ejército español, era el principal conspirador del golpe de estado militar que condujo a la Guerra Civil de 1936-1939.
Francisco Ascaso Abadía era un camarero de profesión nacido en Almudévar (Aragón) el año 1901 en una familia campesina de extracción muy humilde. Había ingresado en el anarquismo muy joven, y el año 1922 era —junto con Durruti, Garcia Oliver y otros— un miembro destacado de un comando que realizaba acciones violentas contra pistoleros de la patronal y contra entidades bancarias. En 1923 este comando —llamado Los Solidarios— asesinó al arzobispo de Zaragoza y en 1926 intentó el asesinato del rey Alfonso XIII. En 1934 alcanzaba la dirección de la CNT en Catalunya. El día siguiente de estallar el golpe de estado de 1936 en Catalunya, moría en Barcelona —oficialmente en una acción armada— a causa de un disparo en la frente.
En cambio, José Sanjurjo Sacanell era un militar nacido en Pamplona (Navarra) el año 1872 en una familia tradicionalista bien situada económicamente. Había iniciado su carrera en la guerra de Cuba (1898) y la había confirmado en las campañas militares del Rif (1909). Llegó a la política de la mano del dictador Primo de Rivera (1923-1930). Pero la caída del dictador —abandonado a su suerte por el rey— lo convirtieron en un antimonárquico furibundo y posteriormente en un antirrepublicano visceral. Rodeado de los militares africanistas lideró la conspiración de 1936. Moría en Estoril (Portugal) —oficialmente en un accidente aéreo— cuando se dirigía a Burgos para asumir la dirección de la rebelión.