Tal día como hoy del año 1714, hace 304 años, el Regimiento de Fusileros del coronel Ermengol Amill i Moliner —del ejército de Catalunya—, formado por 400 hombres, entraba en la villa de Sant Pol de Mar (Maresme) y consolidaba una base estable para proveer de comestibles a la población civil de la ciudad de Barcelona, totalmente rodeada y asediada por las tropas borbónicas francocastellanas desde el 25 de agosto del año anterior. Los fusileros del coronel Amill, después de burlar el asedio naval en el puerto de Barcelona —formado por seis galeras y tres navíos— habían desembarcado el día anterior, a las cinco de la tarde, entre Arenys y Canet (Maresme). El propósito inicial era desembarcar en Mataró, pero la inteligencia militar catalana había detectado un refuerzo de la guarnición borbónica en aquella plaza, que inclinó a Amill a tocar tierra en un lugar de la costa despoblado y no vigilado.
Los fusileros del coronel Amill se dirigieron a Sant Pol de Mar, ocupada por una guarnición militar francocastellana de un centenar de soldados. Derrotaron a los borbónicos después de un combate que se saldó con un número indeterminado de muertos —por las dos lados— y 88 prisioneros francocastellanos (31 de enero de 1714). La correspondencia que el coronel Amill dirigía a los consejeros de la ciudad de Barcelona explica que la población de Sant Pol colaboró activamente en el avituallamiento: llenaron sus barcos con arroz, trigo y legumbres —procedentes de las casas particulares— y estibaron la carga hasta las naves barcelonesas. Amill, mando habitual en aquel tipo de operaciones, ganaría la categoría de héroe popular. Sus hazañas han sido noveladas por David de Montserrat y Jaume Clotet en Lliures o morts (Columna, 2012).
En cambio, la entrada de comestibles de Sant Pol en Barcelona representó la enèsima humillación al duque de Populi, el comandante supremo de las fuerzas borbónicas en Catalunya, que, a causa de sus fracasos, ya estaba fuertemente desprestigiado en los entornos cortesanos de Madrid y de París. Populi, un oportunista torpe al servicio de los Borbones, en un exceso de ira ordenó a sus mandos incendiar todas las villas ocupadas del Principat que dieran ayuda a Barcelona. Y ordenó, también, ejecutar sin juicio a cualquier civil armado. Aquella oleada brutal de violencia borbónica se saldaría con la ejecución de 800 personas desarmadas en Sant Quintí de Mediona (Alt Penedès) y con la calcinación de las villas de Torelló, Prats de Lluçanès y Oristà (Osona); Balsareny, Sallent y Sant Feliu Sasserra (Bages); Caldes de Montbui (Vallès Oriental) y Peramola (Alt Urgell).