Tal día como hoy del año 1837, hace 184 años, en La Habana (entonces colonia española de Cuba) entraba en funcionamiento el primer ferrocarril de Iberoamérica. Aquella línea cubría, inicialmente, un tramo de veintisiete kilómetros entre La Habana y Santiago de Bejucal (al noreste de la capital), en una zona de plantaciones de caña y extracción de azúcar dirigidas por empresarios catalanes. Aquel ferrocarril se proyectó, básicamente, para transportar la producción de los ingenios (explotaciones azucareras) hasta el puerto de La Habana, donde era embarcado en dirección a los principales puertos europeos. Una parte de aquella producción se destinaba a la potente industria de destilados de alcohol de Reus.

El inicio de la historia de aquel ferrocarril lo había escrito un catalán. Siete años antes de la inauguración de aquella primera línea, el teniente general Francesc Dionís Vives i Planes (Orán, 1767 – Madrid, 1840), gobernador general de Cuba, había creado la Junta de Caminos de Hierro de Cuba, que redactó el proyecto de construcción del ferrocarril La Habana-Santiago de Bejucal-Güines; y que se tenía que ejecutar ―en gran parte― con fondos públicos. Pero el clima de represión y corrupción política en la metrópoli, sumados al estado de salud precario del rey Fernando VII (afectado por una extraña inflamación y que acabaría muriendo un año y medio más tarde), paralizaron el proyecto.

El año 1834, la reina viuda y regente María Cristina de Borbó autorizó la reanudación del proyecto, pero sin fondos públicos. A partir de aquel momento, serían una serie de inversores privados (fundamentalmente azucareros catalanes de Cuba) que asumirían la financiación a través de un organismo privado denominado Real Junta de Fomento de Cuba. Vivas ya había sido relevado como gobernador de la colonia, y no pudo ver ni la reanudación de los trabajos ni la culminación de la obra. Pero otro catalán que tuvo una relación muy directa en aquella segunda fase del proyecto ―el mataronense Miquel Biada― sería el promotor del primer ferrocarril peninsular (Barcelona-Mataró, 1848).