Tal día como hoy ―según la mayoría de las fuentes― del año 1496, hace 522 años, Bartolomé Colón (entonces gobernador en funciones por ausencia de su hermano Cristóbal, que se encontraba en la península Ibérica) firmaba el decreto de fundación de la ciudad de La Isabela, que poco después (1498) sería convertida en la primera capital colonial del nuevo continente y renombrada con el nombre de Santo Domingo. La primera piedra de la nueva capital se colocó once días después (15 de agosto de 1496), y pasados dos años y con las obras de los principales edificios concluidas, estaría dotada de un gobierno municipal.

El primer alcalde de la nueva capital sería el armador catalán Miquel de Ballester i Taranau, nacido en Tarragona el año 1459, que había acompañado a Colón en el segundo viaje (1493). Cuando Ballester ―persona del círculo de confianza de los Colón― fue nombrado alcalde-gobernador de la plaza de Santo Domingo, ya era alcaide de la Fortaleza de La Concepción, y era uno de los principales productores de caña de azúcar; cultivo que había llevado de Europa y del cual obtenía el fruto con la técnica del estrujado (que había conocido en las plantaciones que los pontífices valencianos Borja tenían en la comarca de la Safor).

Mapa de la isla Española (1556) / Fuente: Biblioteca de la Brown University (Rhode Island, USA)

Santo Domingo se convertiría en la puerta de entrada y salida de todo el tráfico entre las primeras colonias hispánicas y la metrópoli hasta la conquista de la isla de Cuba. También en Santo Domingo se produciría la primera rebelión en territorio colonial: los colonos castellanos liderados por Roldán, se amotinarían contra la administración colonial, formada básicamente por catalanes y valencianos próximos a los Colón. Después de la intervención del juez castellano Fernández de la Bobadilla (del entorno personal de la reina Isabel la Católica) se produciría la sustitución de la gente de Colón por funcionarios castellanos procedentes de la metrópoli.