Tal día como hoy del año 1882, hace 136 años, la entidad cultural catalanista Centre Català, fundada al principio de aquel mismo año y liderada por el dramaturgo y empresario teatral Frederic Soler i Hubert (más conocido como Serafí Pitarra) y por el periodista y político republicano Valentí Almirall i Llozer (autor de Lo Catalanisme), acordaba la redacción de un texto que reclamaba la oficialización de la lengua catalana por todo el estado español. Aquel texto fue debatido en una reunión ―con la asistencia de destacadísimas personalidades del mundo cultural y político catalán― que se celebró en la sede de la entidad, situada en la calle Nou de la Rambla, 42, de Barcelona.
Aquella declaración fue debatida y firmada en un contexto político de represión de la lengua catalana. En el transcurso de las tres décadas anteriores, los gobiernos liberales españoles habían desplegado una batería de leyes que reforzaban la persecución de la lengua catalana, que iban desde la Ley Moyano (1852) que prohibía el uso del catalán en las aulas y en los patios de las escuelas, hasta la Ley González Bravo (1867), que prohibía la representación de piezas teatrales "en los dialectos de las provincias de España", pasando por las leyes que prohibían la redacción de escrituras públicas en catalán (1862), la inscripción al Registro Civil de nombres en catalán (1870) o el uso del catalán en los juzgados, incluso entre abogado y cliente (1881).
También aquella declaración se formularía en un contexto de reivindicación cultural y política que había surgido durante las primeras décadas del siglo XIX, poco después del bienio 1812-1814 cuando Catalunya había sido incorporada al imperio napoleónico francés; y la lengua catalana había recuperado la oficialidad perdida después de la ocupación borbónica de 1714. Aquel movimiento de reivindicación cultural y político, denominado la Renaixença, desplegaría una intensa actividad compartida por amplios sectores de la sociedad catalana que iban desde el carlismo tradicionalista hasta el republicanismo federalista; y que se inspiraría políticamente, a grandes rasgos, en el modelo suizo: cuatro lenguas oficiales por todo el territorio.