Tal día como hoy del año 1710, hace 307 años, en el marco de la Guerra de Sucesión hispánica (1705-1715) el ejército borbónico dirigido por el general francés Adrien Maurice de Noailles, duque de Noailles, iniciaba el asedio sobre la ciudad de Girona. Las tropas de Noailles, armadas por el rey Luis XIV de Francia para auxiliar a su nieto Felipe V de España y formadas por diez mil efectivos habían atravesado la frontera con el objetivo de abrir un nuevo frente de guerra en el norte del Principat que tenía el propósito de detener la contraofensiva austriacista hacia el centro de la península. Pocos meses antes los ejércitos austriacistas habían provocado derrotas borbónicas cerca de Lleida y cerca de Zaragoza.
Cuando la cancillería borbónica de París ordenó armar al ejército de Noailles, las claras opciones que el Borbón hispánico había ganado en la batalla de Almansa (25 de abril de 1707) —y que habían provocado la caída del País Valencià— parecían desvanecerse repentinamente. Las fuerzas aliadas austriacistas habían obtenido dos victorias de gran valor en Almenar (Segrià) y en Monte Torrero (en las afueras de Zaragoza) que habían permitido la recuperación de Aragón y de Madrid para la causa austriacista. Las órdenes que recibió Noailles eran las de causar los máximos estragos posibles con el propósito de obligar al ejército austriacista, concentrado en el centro peninsular, a vulver a Catalunya.
Girona defendida por 2.000 efectivos formados básicamente por la Coronela —voluntarios a las órdenes del capitán Ignasi Joan de Picalquers— resistió durante treinta días. A pesar de la diferencia de efectivos (cinco asaltantes por cada defensor) los borbónicos no consiguieron la capitulación de la ciudad hasta que sus baterías de artillería —emplazadas en el Puig d'en Roca— habían trinchado buena parte de la muralla y del barrio de Sant Feliu. En el transcurso de aquel asedio, los defensores causaron más de ochocientas bajas, entre muertos y heridos, en las filas de los asaltantes. Y sufrieron seiscientas bajas entre muertos, heridos y prisioneros; en una ciudad que tenía poco más de 7.000 habitantes.