Tal día como hoy del año 1713, hace 304 años, el regimiento franco-castellano del mariscal borbónico Bracamonte entró a saco en Terrassa e incendió y saqueó la villa. Aquella acción estaba enmarcada en la Guerra de Sucesión hispánica (1705-1715) poco después de que las instituciones catalanas votaran la resistencia a ultranza (1713) que convertía lo que quedaba del conflicto en una verdadera revolución independentista. El regimiento de Bracamonte formaba parte del cuerpo del ejército borbónico que sembraba el terror en la retaguardia del asedio de Barcelona, destruido y asesinando impunemente con un propósito que contenía un claro mensaje para los resistentes barceloneses.
Con el pretexto de echar a una columna de resistentes catalanes que había salido de Barcelona para reunir fuerzas militares que, procedentes del interior del país, tenían que atacar la retaguardia de los asediadores borbónicos; Bracamonte ordenó entrar en Terrassa y la arrasó a sangre y fuego. Entonces Terrassa era una pequeña villa recluida dentro de una muralla que rodeaba el espacio delimitado entre la plaza Vella y la Rambla, y entre el Raval de Montserrat y el Portal de Sant Roc. Con una población que no llegaba a los 3.000 habitantes —un volumen similar a Cervera, Figueres o Reus— era la villa más poblada del Vallès y era su centro de mercado de referencia.
Tanto en el cercado amurallado como en el arrabal del Portal Nou las tropas borbónicas se entregaron a una saca brutal, violando a mujeres y asesinando a hombres considerados sospechosos de dar apoyo logístico a la resistencia catalana. En el transcurso de aquella jornada negra, los borbónicos violaron a un número indeterminado de mujeres, ejecutaron a 22 hombres, saquearon todas las despensas de alimentos, robaron todas las pertenencias de valor e incendiaron 105 edificios (más de un tercio del parque inmobiliario de la villa). Terrassa —masacrada, arruinada y parcialmente abandonada— tardaría décadas en recuperar los niveles demográficos y económicos anteriores al ataque borbónico.