Tal día como hoy del año 1705, hace 313 años, Pedro Cayetano Fernández del Campo y Velasco, secretario de Estado y del Despacho Universal —equivalente a ministro de Interior— del gobierno de Felipe V —el primer Borbón hispánico—, ordenaba la detención y encarcelamiento de Pau Ignasi de Dalmases i Ros, nombrado embajador de la Generalitat de Catalunya ante la corte de Madrid, y la de su cuñado Joan Faust de Potau. Cuando se produjo la detención y encarcelamiento del embajador Dalmases todavía no había estallado el conflicto sucesorio en territorio peninsular (1705-1715), ni las instituciones del Principat habían firmado ningún acuerdo ni con Viena ni con Londres.
El embajador Dalmases había sido comisionado por las instituciones del país —la Generalitat de Catalunya y el Consell de Cent barcelonés—, el 20 de enero de 1705, para denunciar ante Jean de Orry y Michel-Jean Amelot, ministros plenipotenciarios de Felipe V, la represión desatada por Francisco Antonio Fernández de Velasco y Tovar, virrey hispánico en el Principat y pariente de Fernández del Campo, contra los representantes políticos catalanes, a los cuales acusaba de simpatizar con la causa austriacista y contribuir a desestabilizar el régimen borbónico. Las sospechas de Velasco se fundamentaban sobre la persistencia, a pesar de las adversas circunstancias, de una actividad comercial muy importante entre Barcelona y Amsterdam y Londres, capitales de los estados anti-borbónicos.
Dalmases sería encarcelado con su cuñado Joan Faust de Potau, acusados, también, de simpatizar con la causa austriacista que, desde 1701, combatía a los Borbones a los campos de batalla de la península italiana. Dalmases, que era una de las personalidades intelectuales más destacadas de la época, tenía amistades en los círculos cortesanos de Madrid y de París que presionaron a Orry y Amelot para conseguir su liberación. El embajador catalán, que había viajado con el propósito de poner fin a la persecución política y prescindir de personajes grotescos como el virrey Velasco, tuvo que volver a Barcelona sin que ni Orry ni Amelot quisieran atender al embajador de las instituciones de Catalunya. Pocos meses después estallaba el conflicto sucesorio en la península Ibérica.