Tal día como hoy del año 1899, hace 123 años, se hacía efectivo el Tratado de París, firmado el 10 de diciembre anterior, por el cual España cedía a los Estados Unidos la soberanía sobre las antiguas colonias de Cuba, Puerto Rico y Filipinas. El día 1 de enero de 1899 se hizo el traspaso protocolario de poderes, pero aquellos tres antiguos territorios coloniales hispánicos ya hacía meses que estaban bajo el control político y militar de la administración norteamericana. Desde que había acabado la guerra (en Filipinas, el 12 de junio de 1898; y en Cuba y en Puerto Rico, el 12 de agosto de 1898) la administración colonial española había desaparecido.
Aquella transferencia de poder era el resultado final de la Guerra hispanoamericana (1895-1898), que había enfrentado la metrópoli colonial española, por una parte, y los independentistas cubanos, puertorriqueños y filipinos, y el ejército norteamericano, por la otra. El resultado favorable a los independentistas, pero con la ayuda y la tutela de los norteamericanos, se tradujo en una nueva situación que, oficialmente, tenía que ser temporal, provisional y preparatoria para acceder a la plena soberanía con las máximas garantías. No obstante, Cuba no alcanzaría la plena independencia hasta 1902, Filipinas hasta 1946 y Puerto Rico quedaría como un estado libre asociado.
También, con aquella transferencia de poder, la administración norteamericana pretendía acelerar la repatriación de miles de prisioneros de guerra españoles recluidos en campos militares en Cuba. Desde que había concluido el conflicto (12 de junio de 1898) el Gobierno no había hecho ningún movimiento, argumentando que no tenía flota para repatriar a los soldados que habían combatido en aquella guerra. A partir de la transferencia de poder, el gobierno del liberal Sagasta contrató mercantes de bandera francesa e inglesa, que serían denominados por la prensa de la época "barcos de la muerte", por las duras condiciones en que los soldados españoles tuvieron que viajar hasta casa.
El primer "barco de la muerte" —con un pasaje mayoritariamente catalán— llegó al puerto de Barcelona el 30 de enero de 1899. Durante la travesía murieron 53 soldados que habían embarcado enfermos. Según la documentación de aquel barco de la muerte, llamado Chateau Laffitte, los cadáveres fueron lanzados en alta mar, para evitar el contagio a la tripulación y al resto del pasaje. El caso del Chateau Laffitte destaparía un escándalo que ya era un secreto a voces: la desidia intencionada del Gobierno, presidido por el liberal Práxedes Mateo Sagasta, en la gestión sanitaria de los soldados enfermos de la Guerra de Cuba.