Tal día como hoy del año 1899, hace 120 años, el presidente del Gobierno, el liberal Práxedes Mateo Sagasta, comparecía en sesión parlamentaria y reconocía que el estado español no tenía recursos económicos ni logísticos para repatriar a los 7.500 soldados españoles ―1.500 de los cuales eran catalanes―, entonces, prisioneros de guerra del ejército independentista filipino. Con anterioridad ―entre agosto de 1898 y enero de 1899― se había repatriado a un contingente de 13.000 personas, formado por soldados y por funcionarios de la administración colonial (con sus familias) que llegarían a la península ―básicamente al puerto de Barcelona― a bordo de los barcos de la naviera privada con sede en la capital catalana Compañía Translántica, contratada a propósito por el estado español.
En aquella sesión del 19 de febrero, el presidente Sagasta proclamó que la repatriación de los soldados españoles que quedaban en Filipinas correspondía al gobierno norteamericano, en virtud del Tratado de París firmado el 10 de diciembre de 1898. Pero la realidad era, según las fuentes, que los prisioneros de guerra españoles, por iniciativa propia, tenían que escapar de los campos de reclusión filipinos, llegar hasta Manila y entregarse a las autoridades norteamericanas, porque el Gobierno no tenía ningún tipo de relación ni contacto con los revolucionarios filipinos. En las sesiones de Cortes de los meses precedentes, la clase política española se refería al ejército independentista filipino como "bandidos", y a su comandante Emiliano Aguinaldo como "jefe de los bandidos".
Entre febrero y junio de 1899 las repatriaciones de los supervivientes (muchos prisioneros acabarían muriendo a causa de las enfermedades) se produjeron en cuentagotas. Según las fuentes, los últimos repatriados, conocidos popularmente como los héroes de Baler (que inspirarían la película Los últimos de Filipinas) llegaron al puerto de Barcelona el 31 de mayo de 1899 (casi un año después de haber concluido el conflicto) a bordo del Uranus ―un barco mercante de la naviera filipina Aldecoa―. Según las fuentes, aquel barco transportaba a 32 soldados españoles, cinco de los cuales eran catalanes: Josep Pineda Tura, Pere Planas Basagañas, Emili Fabregat Fabregat, Pere Vila Garganté y Ramon Mir Brils; un valenciano: Ramon Ripollès Cardona; y un mallorquín: Antoni Bausà Fullana.