Tal día como hoy del año 1640, hace 378 años, el Dietario de la Generalitat (el equivalente al actual DOGC) publicaba una carta que acompañaba el nombramiento de Enrique de Aragón-Cardona-Córdoba como nuevo virrey hispánico en Catalunya. Hacía sólo dos semanas que se había producido la revuelta del Corpus de Sangre (7 de junio) que, en Barcelona, se había saldado con el asalto e incendio de las casas de los altos funcionarios de la administración hispánica, y el asesinato ―en misteriosas circunstancias― del virrey Dalmau de Queralt, conde de Santa Coloma, y de algunos oficiales y colaboradores de la oficina virreinal. Enrique de Aragón, en nombre del rey Felipe IV, envió una carta de intenciones que sería examinada por las instituciones catalanas en una reunión extraordinaria celebrada aquel mismo día.

En aquella carta, dirigida al presidente de la Generalitat Pau Claris, Enrique de Aragón ―nombrado a propuesta de Olivares― decía textualmente que “pido a vuestra señoría que vean y concideren los medios que se les offrecen más convenientes para asegurar la quietud y paz pública y me aconsegen lo que entendieren que ha de ser mayor servicio de Dios y del rey y benefficio publico, porque mi intento es encaminar estas materias por el consejo de vuestra señoría”. Poco después, reconocía que las tropas hispánicas habían saqueado y destruido edificios religiosos y decía “por ser lo que más importa desenojar a Dios y dar complida satisfacción a las iglesias que han padecido en esta ocasiónencargo a vuestra señoría que vea el medio más cierto de averiguarse con verdad”.

Representación contemporánea de los Tercios de Castilla / Fuente: Wikipedia

Y, finalmente, reconocía que el clima de violencia extrema que se había apoderado de la sociedad catalana había sido causado por los abusos y los crímenes de las tropas hispánicas sobre la población civil, y por las arbitrariedades cometidas por la red de corrupción que invadía la administración hispánica en Catalunya, y decía textualmente: "Y como mi venida no es solo para castigar los excessos de los soldados, sino también para remover de sus cargos a los ministros (refiriéndose a los funcionarios de la oficina del virrey y de la Real Audiencia) que no han procedido bien en ellos, desseo mucho de vuestra señoría los que huvieren dado ocasión a las quexas públicas, porque su magestad dessea que se administre la justícia por ministros de toda satisfacción”.