Tal día como hoy del año 1712, hace 308 años, en el contexto de la Guerra de Sucesión hispánica (1705-1715), Felipe V firmaba en Madrid un documento que decía textualmente: “Yo, don Felipe (...) por el presente instrumento, por mí mismo, por mis herederos y sucesores, renuncio, abandono y me desisto para siempre jamás de todas pretensiones, derechos y títulos que Yo o cualquiera descendiente mío haya desde ahora o pueda haber en cualquier tiempo que suceda en lo futuro a la sucesión de la Corona de Francia”.
Cuando Felipe de Borbón fue coronado rey de la monarquía hispánica (Versalles, 1700), ocupaba el tercer lugar en la línea sucesoria de la corona francesa, y pasaría a ser el primero después de la muerte de su padre Luis —el delfín de França— (14/04/1711) y de su hermano mayor Luis —llamado de Borgoña— (18/02/1712). El testamento que lo había llevado al trono de Madrid (1700) condicionaba su aceptación a la renuncia de todos los derechos que tenía a la corona francesa. Sin embargo, en cambio, no lo haría hasta pasados doce años y totalmente condicionado por la evolución del conflicto sucesorio.
Aquella renuncia estaba promovida por la cancillería de París, que veía imposible acabar con la resistencia catalana. En aquel momento, el régimen borbónico controlaba todos los territorios de la monarquía hispánica, excepto Catalunya y Mallorca, que se le resistían ferozmente. De hecho, en siete años de guerra, sólo habían conseguido penetrar cincuenta kilómetros en el interior del Principado. Aquella renuncia allanó el camino hacia los Tratados de Utrecht (abril-mayo 1714), que consumaron la retirada del conflicto de los aliados internacionales de Catalunya.