Tal día como hoy del año 1939, hace 82 años, Luis Martínez de Galinsoga y de la Serna, tomaba posesión de la dirección de "La Vanguardia Española". Según el mismo rotativo (edición del 16/05/1939); Galinsoga había sido nombrado directamente por el filonazi Ramon Serrano-Suñer, ministro de Interior del gobierno de Franco, denominado popularmente "el cuñadísimo" por su relación familiar con el dictador, y que en aquella noticia se lo nombra "Jefe Nacional de Prensa". Según la investigación historiográfica, cuando se produjo la ocupación franquista de Barcelona (26/01/1939), el régimen franquista habría autorizado la continuidad del diario a condición de que la cabecera pasara a llamarse "La Vanguardia Española" y que el director del rotativo fuera nombrado por el gobierno.
Galinsoga había sido director del diario monárquico ABC —de Madrid— durante los cuatro meses anteriores al estallido de la Guerra Civil española (1936). Acto seguido escaparía a la zona controlada por los rebeldes y sería nombrado director del ABC de Sevilla. Pero en el nombramiento como director de La Vanguardia, lo que pesaría más sería su amistad con Serrano-Súñer. Cuando tomó posesión del cargo, se propuso convertir La Vanguardia en un instrumento de enaltecimiento y difusión de la ideología del régimen: situó invariablemente la actualidad del gobierno franquista en primera plana, eliminó la sección de noticias destinada a Catalunya y rellenó la sección local de anuncios insustanciales relacionados con las actividades de Falange o del ejército español.
Galinsoga saltó a primera plana de la actualidad el 21/06/1959, cuando ya hacía veinte años que era, simultáneamente, director de La Vanguardia Española y diputado en las Corts franquistas. Después de asistir a una misa dominical que se había oficiado en catalán —en una parroquia de la zona alta de Barcelona— dejó una nota en la sacristía que decía textualmente "Todos los catalanes son una mierda". Tanto el rector como el obispado intentaron resolver aquel incidente de forma amistosa y discreta. Pero Galinsoga, convencido de su fuerza, no solo se ratificaría, sino que —desde su atalaya de poder— contribuiría a divulgar aquel incidente.
Finalmente, Galinsoga sería cesado el 05/02/1960 por orden del gobierno. Acto seguido abandonaría Barcelona, se trasladaría a Madrid, y moriría siete años después (20/02/1967).