Tal día como hoy del año 1714, hace 304 años, en el contexto de la revolución catalana (1713-1714) producida en la última fase de la Guerra de Sucesión hispánica (1705-1715), las tropas borbónicas del ejército franco-castellano del duque de Pópuli vencían la resistencia armada de un destacamento de fusileros de la Generalitat en Sant Pol de Mar y se entregaban a la destrucción de las más de cien casas que formaban su núcleo urbano. Las órdenes de Pópuli —la máxima autoridad borbónica en el Principat— eran las de destruir totalmente el pueblo "y que no quede piedra sobre piedra" y, también, desbaratar la docena de barcas de pesca de los armadores locales, la principal actividad económica de Sant Pol de Mar.
Aquella explosión de violencia tenía una relación directa con los hechos ocurridos quince días antes. La madrugada del 31 de enero de 1714, el coronel Amill se había burlado el asedio naval borbónico sobre el puerto de Barcelona y había desembarcado cerca de Sant Pol en busca de provisiones alimenticias destinadas a avituallar a la población civil de la capital. La población de Sant Pol de Mar no tan sólo colaboró en la captura y encarcelamiento de la guarnición militar borbónica, sino que también estibó en sus barcas de pesca arroz, trigo y legumbres a los barcos de la Generalitat. La operación de Amill, una vez conocida, representó la enésima humillación en la desacreditada figura del duque de Pópuli.
Los barcos de la Generalitat habían conseguido su objetivo. Pero el coronel Amill se había introducido en el territorio para reorganizar las partidas de miguelets —voluntarios civiles— que fustigaban la guarnición militar borbónica de Mataró. Aprovechando que Sant Pol había quedado protegida por un destacamento de sólo 50 fusileros catalanes, los borbónicos atacaron la villa y la destruyeron. La población civil había estado previamente evacuada por las fuerzas de la Generalitat; y no se produjo una matanza como había pasado en otros pueblos. Pero cuando volvieron a la villa, los borbónicos les prohibieron reconstruir sus casas, y los obligaron —durante años— a vivir en tiendas —hechas con palos y mantas— en la playa.