Tal día como hoy del año 1716, hace 302 años, el fiscal del Consejo de Castilla (la institución que concentraba todo el poder de la monarquía borbónica hispánica), el aragonés borbónico José Rodrigo y Villalpando firmaba, en la corte de Madrid, la "Instrucción secreta" y ordenaba, al mismo tiempo, que fuera enviada a todos los corregidores (gobernadores provinciales) borbónicos del Principat de Catalunya, a fin de que se ejecutara inmediatamente. En aquel documento se explicaba por qué la persecución de la lengua catalana era una cuestión prioritaria para la monarquía borbónica hispánica, y se dictaban las instrucciones que tenían que llevar a cabo los corregidores para erradicar el uso y el cultivo del catalán en cualquier ámbito de la vida publica catalana.

La "Instrucción secreta" del fiscal borbónico tenía el propósito de hacer extensiva la persecución de la lengua catalana más allá de lo que pretendía el Decreto de Nueva Planta, publicado trece días antes, que prohibía el uso del catalán en la nueva e impuesta administración borbónica: "Las causas de la Real Audiencia (el órgano de gobierno borbónico en Catalunya) se sustentarán en lengua castellana". La "Instrucción secreta" decía literalmente: "La importancia de hacer uniforme la lengua se ha reconocido siempre por grande, y es un señal de la dominación o superioridad de los Principes o naciones, ya sea porque la dependencia o adulación quieren complacer o lisonjear, afectando otra naturaleza con la semejanza del idioma, o ya sea porque la sujeción obliga con la fuerza​".

Primera plana del Decreto de Nueva Planta

Pero el fiscal Villalpando —y la administración borbónica hispánica— no eran ajenos a las dificultades que comportaría la aplicación de su "Instrucción secreta"; y en aquel documento se decía: "Pero como a cada Nación parece que señaló la naturaleza su idioma particular, tiene en esto mucho que vencer el arte, y se necesita de algún tiempo para lograrlo, más cuando el genio de la Nación como el de los catalanes es tenaz, altivo y amante de las cosas de su país, y por esto parece conveniente dar sobre esto instrucciones y providencias muy templadas y disimuladas, para que se consiga el efecto sin que se note el cuidado". El día de Sant Jordi de 2001, 285 años después, el rey Juan Carlos I de Borbón, proclamaría: "Nunca fue la nuestra lengua de imposición, sino de encuentro, a nadie se le obligó nunca a hablar en castellano".