Tal día como hoy del año 1992, hace 25 años, se daba, en Barcelona, el pistoletazo de salida de la celebración de los XXV Juegos Olímpicos. Una carrera que había empezado doce años antes (1980) cuando el entonces alcalde de la ciudad Narcís Serra propuso la idea de organizar unos Juegos Olímpicos. Seis años después, el 17 de octubre de 1986 en Lausana (Suiza), en la 91ª sesión del Comité Olímpico Internacional para la elección de la sede olímpica de 1992, la candidatura de Barcelona se imponía claramente a las de París, Brisbane, Belgrado, Birmingham y Amsterdam; que con la capital catalana habían llegado hasta la fase final. Quedará para siempre en la retina de los que lo vivieron la manifiesta alegría del entonces alcalde de la ciudad Pasqual Maragall —cuando el presidente del COI Antoni Samaranch pronunció el veredicto de la elección "a la ville de Barcelone"— y la de los millares de voluntarios que seguían la retransmisión en directo y que lo habían hecho posible.
El 25 de julio de 1992 se celebraba la ceremonia de apertura en el Estadio Olímpico de Montjuïc que, se estima, fue seguida por 2.000 millones de personas. Barcelona se presentaba al mundo con la ambición de convertirse una gran capital cultural y deportiva. Los Juegos de 1992 representaron un antes y un después. La organización de un acontecimiento de la magnitud de las Olimpiadas impulsó la transformación urbanística y arquitectónica de la ciudad. Se recuperaron centenares de edificios de gran valor arquitectónico y se abrió la trama urbana hacia el mar. Pero también generó el principio de un fenómeno de gentrificación que, actualmente, está alcanzando cuotas brutales. Barcelona se convirtió en una gran capital cultural, y también en un gran centro de atracción turística, que impulsó la regeneración y la revalorización de los distritos del centro histórico y del Eixample en menor medida; que ha acabado en dramáticas situaciones de bullying inmobiliario.