Tal día como hoy del año 1952, hace 66 años, el presidente de la República Argentina Juan Domingo Perón firmaba la denegación de la petición de salida de una parte de la importantísima colección de pinturas que había sido propiedad del difunto industrial y político catalán Francesc Cambó (1876-1947) y que estaban distribuidas entre las que habían sido sus dos residencias en Buenos Aires (el piso de la Avenida Alvear, 4654, y la mansión "Mon Repòs", en el distrito de San Miguel). Según el investigador argentino Rogelio García Lupo —en un artículo publicado en el diario Clarín—, aquella colección estaba formada por piezas de gran valor artístico, histórico y económico: nueve cuadros de Rubens, Tintoretto, Tiziano y Gainsborough que habían sido pintados entre los siglos XVII y XVIII.
Se ha especulado que detrás de la prohibición estaba el interés del estado argentino por adquirir la colección de Cambó y depositarla en uno de los grandes museos de Buenos Aires. Pero otras fuentes revelan que el gobierno argentino estaba a la espera del resultado de una investigación abierta por parte de la administración norteamericana, que sospechaba que Cambó habría obtenido una parte de su colección pictórica de forma fraudulenta, a través de una galería de arte suiza que podría haber comercializado las obras de arte saqueadas por el régimen nazi durante la primera fase (1939-1941) de la II Guerra Mundial a los judíos deportados y asesinados en los campos de exterminio y a los museos de arte de los países ocupados. Más adelante, se demostraría que las adquisiciones de Cambó no tenían relación con el saqueo de los nazis.
No obstante, García Lupo revela que en aquel contexto de incertidumbre, el embajador del régimen franquista español en Buenos Aires Manuel Aznar —abuelo paterno del expresidente del gobierno español José Maria Aznar— decidió actuar —oficialmente, por iniciativa propia— y, saltándose la prohibición, transportó personalmente los cuadros hasta la sede diplomática y, acto seguido, los embarcó ilegalmente en el barco Cabo de Hornos en dirección a España camuflados entre los utensilios personales de uno de los empleados de la legación. Esta estratagema generaría una crisis diplomática de grandes proporciones entre Buenos Aires y Madrid —que tenían firmadas alianzas comerciales—, cuya primera consecuencia sería la expulsión fulminante del embajador Aznar de territorio argentino.