Tal día como hoy del año 1410, hace 607 años, moría en Barcelona el conde-rey Martín I, llamado el Humano, el último soberano de la dinastía Berenguer-Aragó que gobernó los países de la Corona de Aragón. Su heredero Martín, nombrado el Joven –el único de los cuatro hijos que había superado la infancia–, había muerto prematuramente el año anterior (1409). Y los hijos que había tenido el heredero habían muerto en la niñez. Martín el Joven había sido casado con su prima María –reina soberana de Sicília- (él tenía catorce años y ella veintisiete) con el objetivo de reunir todas las coronas Berenguer-Aragó sobre una misma cabeza. El único hijo de esta pareja –el infante Pere– había muerto a los siete años (1400).
La prematura muerte de María de Sicilia (1401) no alteró los planes políticos que había impulsado el matrimonio de los primos. Asegurada Sicilia –Martín el Joven quedó como rey titular–, le concertaron un segundo matrimonio con Blanca –reina soberana de Navarra– con el propósito de reunir las coronas de Aragón y de Navarra en una sola figura. Blanca era una parienta lejana de los Berenguer-Aragón en la medida que lo era también de los Trastámara que reinaban en Castilla y de los Valois que reinaban en Francia. Navarra, débil y aislada, era una pieza que se disputaban las tres potencias que lo rodeaban. El único hijo de la pareja –el infante Martín– murió a los cuatro años (1407). La cuestión sucesoria entraba en una dinámica de riesgo que se quiso mitigar.
Martín el Joven legitimó a un hijo natural que había tenido con la aristócrata siciliana Tarsia Rizzari. El heredero le dio su segundo apellido (de Luna, de la misma casa que el Papa Luna) y sería conocido como Federico de Luna. Muerto Martí el Jove, el rey Martín el Humano inició los trámites para convertirlo en heredero al trono. Pero no los pudo completar porque, inesperadamente, murió el día antes de proclamarlo. Sorprendentemente, el Papa Luna –que había apoyado la opción Federico– se desentendió de su pariente, y promovió la asamblea de compromisarios de Caspe (1412) que entronizaría los Trastámara castellanos. Y Federico acabaría muriendo, en una prisión de Castilla, sospechosamente condenado por conspirar contra los comerciantes genoveses de Sevilla.