Tal día como hoy del año 1659, hace 360 años, en la isla de los Faisanes (Euskadi), se firmaba el Tratado de los Pirineos, que ponía fin a la guerra que desde 1635 había enfrentado a las monarquías hispánica y francesa para dirimir el liderazgo europeo. En el transcurso de aquel conflicto se había producido la Revolución y Guerra de los Segadores (1640-1652), que separaba Catalunya del edificio político hispánico y la situaba en la órbita política y militar de la monarquía francesa. Aunque la alianza catalano-francesa no pudo resistir las múltiples crisis que la afectaron, y que provocaron que Catalunya estuviera ocupada, de nuevo, por las tropas hispánicas; en el conjunto global aquel conflicto sería favorable a los intereses de París.
Los negociadores franceses ―capitaneados por el ministro plenipotenciario francés Mazzarino― exigieron la transferencia del dominio de los Países Bajos hispánicos (actual Bélgica) y de Catalunya. Pero aquella exigencia inicial quedaría limitada a algunas plazas militares de la Valonia (los Países Bajos hispánicos de lengua francesa) y a los condados catalanes ultrapirenaicos. No obstante, la legación francesa no renunció nunca a sus exigencias iniciales. Después de la firma del Tratado, las hostilidades en los Países Bajos hispánicos continuarían, y Luis XIV de Francia ―hasta que consiguió situar a su nieto Felipe V en el trono de Madrid (1701)― no renunciaría nunca al título de conde de Barcelona (hombre principal de Catalunya) que le habían otorgado las instituciones catalanas.
El resultado inmediato de aquel tratado sería la mutilación de Catalunya. En una primera fase (1659), el viejo condado del Rosselló (actuales comarcas norcatalanas del Rosselló, el Vallespir y el Conflent) fue incorporado a Francia. Y en una segunda fase (1660), lo sería la mitad norte del viejo condado de la Cerdanya (actual comarca de la Alta Cerdanya). No obstante, la documentación de la época revela que para la corte de Versalles aquella mutilación no era más que la primera fase de un plan que preveía incorporar a Francia la totalidad de Catalunya. Todos los mapas franceses entre 1659 (Paz de los Pirineos) y 1714 (ocupación borbónica de Catalunya) cartografían los condados ultrapirenaicos como una parte indisociable de Catalunya.