Tal día como hoy del año 1808, hace 202 años, en el castillo de Marracq —en Bayona (País Vasco francès)—, se firmaban las llamadas Abdicaciones de Bayona. En aquel acuerdo, el rey español Fernando VII —el sexto Borbón hispánico— vendió la Corona española al emperador francés Napoleón Bonaparte, por una renta de treinta y cuatro millones de reales anuales (treinta para su padre Carlos IV y cuatro para él), un chateau en el País Vasco francés y la promesa de que lo convertiría en rey de un estado satélite del imperio francés en la península italiana (probablemente Parma o Mantua).
En aquel acuerdo, Fernando VII recibió, también, el compromiso que Napoleón le buscaría una esposa entre la realeza europea. Fernando VII sufría macrosomía genital (un pene deformado y de grandes dimensiones) que era el hazmerreír de todas las cortes de Europa y que le había impedido concertar un matrimonio. En la cancillería de París se decía que no había ninguna princesa europea dispuesta a correr el riesgo de acostarse con Fernando. Acto seguido, con todos los acuerdos y compromisos cerrados, Napoleón Bonaparte nombró a su hermano José (que reinaría como José I) al trono de Madrid.
Pero advirtiéndole que anexionaría Catalunya al Primer Imperio Francés. Esta incorporación representaba sumar un millón de habitantes a Francia, incorporar la gran fábrica de la península Ibérica y disponer de una reserva militar adicional (Napoleón ya había instaurado el servicio militar obligatorio). Entre 1812 y 1814, Catalunya fue una región más de Francia, vivió una etapa de prosperidad económica y cultural inédita desde 1714, el catalán recuperó su oficialidad y Barcelona se convirtió en la tercera ciudad del Imperio (detrás de París y Amsterdam) y en la gran capital del Midi francés.