Tal día como hoy del año 1751, hace 267 años, se celebraba la primera cremà de fallas con forma de figuras que sería documentada. El notario y escritor valenciano Carles Ros i Hebrera (València, 1703-1773), posteriormente, documentó la plantà y la cremà de media docena de figuras en el centro de València cap-i-casal del año 1751, y se considera el primer dato fiable de la existencia de estos elementos en la celebración de la diada de Sant Josep. Treinta y tres años después (1784) aparecería el primer documento público —del que, hasta ahora, se tiene constancia— que hacía referencia expresa a esta manifestación. Era una ordenanza del Ayuntamiento de València que, esgrimiendo razones de seguridad, prohibía la quema de figuras en las calles estrechas y obligaba a hacerlo en espacios grandes y alejados de las casas: plazas y cruces de las grandes calles de la ciudad.
No obstante, las fuentes documentales revelan que la manifestación de la cremà tiene un origen que remonta a los últimos siglos de la Edad Media (centurias de 1300 y de 1400). Estas fuentes revelan que durante la noche de Sant Josep se celebraba el fin del invierno y el inicio de la primavera con el encendido de hogueras. La gente lanzaba a las llamas los trastos viejos que simbolizaban un pasado superado. Y los carpinteros quemaban muebles viejos en honor a su patrón. A finales de la centuria de 1700, la cremà de figuras sustituiría progresivamente a la de los trastos y muebles viejos y adquiriría la organización, los elementos y el simbolismo que se han proyectado hasta la actualidad. Serían las estructuras vecinales las que asumirían la iniciativa y las fallas evolucionarían hacia la cremà de figuras representativas —ninots— que proyectaban un mensaje crítico con el poder establecido.