Tal día como hoy del año 1687, hace 330 años, estallaba una revuelta campesina conocida como la revuelta de los Barretines, y que tuvo su epicentro en las comarcas de la Catalunya central, en aquellos años las más pobladas del país. Inicialmente la revuelta tenía un carácter estrictamente de protesta. Las añadas anteriores habían estado especialmente malas para la producción agraria. Sequías, aguaceros, plaga de langosta; que habían conducido al campesinado –y al pequeño artesanado preindustrial que dependía de ello– a una situación económica crítica. La documentación de la época revela que el invierno de 1686-1687 fue especialmente crítico, con puntas acusadas de mortalidad infantil, por falta de recursos alimenticios, en el Berguedà, el Bages, Osona, el Vallés y el Penedès.
Esta revuelta rápidamente adquiriría un fuerte componente político e ideológico. El 5 de abril de 1687 entraba en Barcelona un contingente de 10.000 campesinos, procedentes de todos los rincones de la Catalunya central y litoral, en un episodio de protesta que tenía el mismo aspecto que los acontecimientos de la festividad del Corpus de Sangre de 1640 –la espoleta de la revolución de los Segadors–. Los síndicos del movimiento campesino exigieron al virrey Mesía-Davila –hijo de uno de los jefes militares españoles en la Guerra de los Segadors (1640-1652), derrotado repetidamente en los campos de batalla y expulsado de la Corte de Madrid– principalmente acabar con los alojamientos forzosos, en sus propias casas, de los Tercios de Castilla, que ocupaban militarmente el Principat.
Mesía-Davila, aunque tenía informes de la situación crítica en el campo catalán, se negó rotundamente a negociar con los campesinos. En aquel punto estalló la revuelta, nombrada de los Barretines porque este elemento era característico del vestuario del campesinado. Acto seguido se extendió la revuelta por todo el país: se calcinaron casas y palacios de las familias privilegiadas (exentas de la obligación de alojar a las tropas hispánicas). El Marqués de los Vélez –ministro del rey español e hijo del jefe militar que ordenó degollar a toda la población de Cambrils en la Guerra de los Segadors– cesó fulminantemente a Mesía-Davila y nombró a Enríquez de Cabrera, que llegaba a Catalunya con una hoja de servicios llena de abusos y crímenes contra la población civil por todos sus destinos militares.