Tal día como hoy del año 1479, hace 539 años, moría en Barcelona el rey Juan II, hijo del primer Trastámara (Fernando de Antequera) y padre del último Trastámara (Ferando el Católico) que reinaron en la Corona de Aragón. Juan II, sin embargo, pasaría a la historia por el alto grado de violencia en que se vio sometido el Principat de Catalunya durante su reinado. Durante los veintiún años que se sentó en el trono de Barcelona, el país se vio empujado a tres guerras civiles y a una guerra exterior. Su desmesurada ambición combinada con unas fuertes carencias políticas convertirían su reinado en la etapa más violenta de la historia medieval catalana.

Juan II fue rey consorte de Navarra (1419) antes que soberano de la Corona de Aragón (1458). En 1419 se casaba con la reina Blanca de Navarra, la viuda del difunto príncipe heredero Martín el Joven, el último Berenguer, en una operación que pretendía reforzar la legitimidad de los Trastámara como soberanos de la Corona de Aragón. La muerte de la reina Blanca (1441) y su ambición para ocupar en solitario el trono de Pamplona, contra lo que dictaba el testamento de la difunta, generó el primer conflicto. Como heredero en la Corona de Aragón, se enfrentó a una buena parte de la aristocracia catalana que daba apoyo a su hijo primogénito, Carlos de Viana, como legítimo heredero de Blanca.

Representación de Carlos de Viana / Fuente: Museu Nacional d'Art de Catalunya

Más adelante, como soberano de la Corona de Aragón y del reino de Navarra, sería del todo incapaz de arbitrar en los conflictos urbanos de la Biga y de la Busca que sumirían Barcelona en un escenario de violencia permanente y que culminarían con el derrumbe económico de la ciudad. Tampoco tuvo ningún acierto en las dos revoluciones de los Remences, y si conoció algún éxito político sería gracias a la intervención de su segunda esposa, la reina Juana Enríquez, que posicionó claramente a favor de los campesinos de redención y contra la aristocracia feudal. Acabó su largo reinado como lo había empezado: con un país violentado que sugería la estampa de una gran bola de fuego.