Tal día como hoy del año 1922, hace 100 años, se celebraban comicios generales en Irlanda, que tenían que dibujar una nueva composición del Parlamento de Dublín, pero que, principalmente, tenían que confirmar o rechazar el Acuerdo Anglo-irlandés firmado el 8 de diciembre de 1921. En aquel momento, Irlanda era un territorio británico (lo era desde la invasión inglesa del siglo XII y desde 1801 como parte integrante del Reino Unido). Durante siglos, Irlanda había sido dominada y colonizada por los ingleses, que la habían dividido en grandes latifundios que, de forma recurrente, la corona inglesa entregaba a los aristócratas ingleses en pago a su lealtad durante las guerras civiles.
Aquellos acuerdos, básicamente, decían que Irlanda se convertiría en un territorio del Imperio británico con autogobierno (como, en aquel momento, lo eran Canadá, Australia o Sudáfrica) con el rey de Inglaterra como jefe de estado de Irlanda; que el ejército británico se retiraría de Irlanda, aunque se reservaba el control de una serie de puertos considerados estratégicos; que Irlanda asumiría su parte de la deuda externa del Imperio británico, y que los seis condados del extremo nordoriental de la isla (de teórica mayoría protestante) podrían decidir formar parte del nuevo estado irlandés o mantener sus vínculos políticos con Gran Bretaña.
Aquellas elecciones de evidente carácter plebiscitario rompieron el Sinn Féin en dos. Por una parte, los posibilistas (partidarios de aceptar el Tratado y que habían formado parte de la mesa negociadora— y avanzar, en un futuro inmediato y de forma escalonada, hacia nuevos estatus de soberanía). Y, por el otro lado, los detractores (partidarios de mantener el conflicto armado que había agotado a los británicos y que había conducido a la creación de una mesa negociadora). En aquellas elecciones, el Sinn Féin obtuvo 94 de los 128 escaños de la cámara (60,25% de los votos), pero divididos entre los partidarios del acuerdo (38,48% de los votos y 58 diputados) y los contrarios al acuerdo (21,77% de los votos y 36 diputados).
Poco después (20 de mayo de 1922), los partidarios del acuerdo (liderados por Michael Collins) y los detractores (capitaneados por Edmon de Valera) alcanzaron un pacto para evitar la ruptura definitiva del partido que había conducido al pueblo irlandés hacia la libertad y que tenía que dirigir el primer gobierno independiente. Aquellos hechos inspiraron a Francesc Macià en la creación de Estat Català (18 de julio de 1922), el primer partido independentista de la historia de Catalunya. Estat Català sería el promotor de la plataforma ERC (marzo, 1931) formada con partidos independentistas y federalistas; que ganaría las elecciones municipales de 1931 y haría posible la restauración del autogobierno catalán.