Tal día como hoy del año 1977, hace 40 años, Josep Tarradellas i Joan —125º president de la Generalitat de Catalunya— llegaba a Barcelona después de treinta y ocho años en el exilio y reinstalaba la sede del Govern en el Palau de la plaza de Sant Jaume. Durante los años de presidencia de Tarradellas en el exilio (1954-1977) la sede del Govern de la Generalitat había sido situada en su residencia familiar; una casa de arquitectura tradicional en Saint Martin-le-Beau; un pequeño pueblo muy próximo a la ciudad de Tours, en el centro de Francia. Desde Francia se había conseguido mantener un puente sobre el tiempo que, a la muerte del dictador Franco, reinstalaría en Barcelona a la Generalitat restaurada como la legítima continuadora de la Generalitat republicana.
El 29 de septiembre de 1977 —cuatro semanas antes— el Consejo de Ministros del gobierno de España había derogado el decreto franquista de 1938 que había liquidado el autogobierno catalán. Con esta medida —que se anticipaba más de un año a la promulgación de la Constitución española— el reino de España y su gobierno postfranquista reconocían la legitimidad de la Generalitat tanto en su etapa republicana como en su etapa en el exilio durante la dictadura. La Generalitat sería la primera y la única institución de gobierno republicana reconocida por el Estado español con anterioridad a la promulgación de la Constitución; y su restauración sería sancionada tanto por el jefe de estado y jefe del ejército español el rey Juan Carlos I, como por el presidente del gobierno español Adolfo Suárez.
El 23 de octubre de 1977, el presidente Tarradellas acompañado por su familia aterrizaba en el aeropuerto del Prat y bajaba por las escaleras del avión para dirigirse al Palau de la plaza de Sant Jaume. Treinta y ocho años separaban aquel instante de la salida hacia el exilio por La Vajol. El trayecto desde el Prat hasta la plaza de Sant Jaume sería una demostración masiva de la ilusión que la restauración del autogobierno había generado en la sociedad catalana del momento. Una continuación de la gran manifestación de la última Diada (11 de septiembre de 1977) —la primera autorizada desde la derrota de la República (1939)— que había reunido más de un millón de personas bajo el lema “Llibertat, Amnistia, Estatut d'Autonomia”.