Tal día como hoy del año 1046, hace 977 años, en la abadía de Sant Miquel de Cuixà (entonces condado de Conflent, en la órbita política y militar de los condados de Barcelona y de Urgell), moría Oliba, que había sido conde de Berga y de Ripoll, obispo de Vic, fundador de Montserrat y abad de Ripoll y de Cuixà. Oliba, conocido, como abad Oliba, era miembro de la familia Bel·lònida: era hijo del conde Oliba I de Cerdanya-Besalú (denominado Cabreta porque "quan era despagat o mogut contra alcun menava son peu, e era semblant que cavàs la terra"); era nieto del conde Miró II de Cerdanya-Besalú; y era bisnieto del conde Wifredo el Velloso, de Barcelona-Girona-Osona-Urgell-Cerdanya-Conflent. Como bisnieto de Guinidilda, esposa de Guifré, era descendente del emperador Carlomagno.

La aportación más importante que hizo a la historia fue la creación de las Asambleas de Paz y Tregua. El abad Oliba vivió una profunda transformación de la sociedad, impulsada por la mal llamada Revolución Feudal (siglos X y XI) que soltó, por todo el continente europeo, un paisaje de violencia y de terror protagonizado por los barones territoriales, que perseguía erosionar la autoridad real y usurpar el bien público y la pequeña propiedad campesina. Aquellas asambleas fueron creadas para convertirse en espacios de diálogo y de negociación, reconocidos y validados por todos los actores de aquella sociedad, que no tan solo limitarían la acción de aquellos avariciosos y violentos barones feudales, sino que se convertirían en el precedente más remoto del actual sistema político parlamentario.

La primera asamblea, que reunió todos los estamentos de una sociedad local de la época (el poder político y militar, representado por los barones feudales; el poder cultural y espiritual, representado por las jerarquías eclesiásticas locales; y el campesinado usurpado o amenazado con ser usurpado); se celebró el año 1027 (hace casi un milenio) en la villa de Toluges (en el condado del Rosselló, en la órbita política y militar del condado de Barcelona). Oliba no consiguió revertir la situación. Pero, a pesar del contexto de violencia impuesto por los avariciosos barones feudales, consiguió sentar a todos los actores de aquella sociedad local y los obligó a adquirir compromisos que, por el hecho de ser negociados y pactados en aquella asamblea, pasaban a adquirir rango de ley.