Tal día como hoy del año 1857, hace 160 años, moría en Ceuta Agustina Saragossa Domènech, conocida popularmente como Agustina de Aragón. Algunas fuentes documentales afirman que nació en Reus y otras que nació en Barcelona. Coinciden, en cambio, en la fecha de nacimiento: 6 de marzo de 1786. Y en el origen familiar: Pere Joan Saragossa y Raimunda Domènech, sus progenitores, eran originarios de Fulleda (Garrigues) y disfrutaban de una posición acomodada. En aquella época, las familias con posibles casaban a sus hijos a edades muy tempranas, básicamente para garantizar el relevo patrimonial. Agustina Saragossa casó a los 17 años.
Su matrimonio (1803) con el cabo de artillería barcelonés Joan Roca Vilaseca marcaría decididamente el camino de su vida. Cinco años más tarde, Roca sería destinado a Zaragoza y lucharía en el asedio que los ejércitos napoleónicos habían impuesto a la capital aragonesa. Allí se forjaría el mito de Agustina de Aragón. Según algunas fuentes, formó parte de un destacamento de mujeres voluntarias que avituallaban a los artilleros españoles emplazados en la muralla. Y según estas mismas fuentes, tomó parte activa en la defensa militar como artillera en acciones que sus coetáneos describieron como épicas y que la encumbraron a la categoría de heroína.
La defensa de Zaragoza es uno de los capítulos más oscuros de la historia española del siglo XIX. El general Palafox, lejos de pactar una salida incruenta, sometió la ciudad a un desgaste devastador, como ya habían hecho Castaños en Tarragona y Álvarez de Castro en Girona. Sin buscar el consenso con la sociedad civil. La capital aragonesa, la Florencia hispánica, sufrió la destrucción de buena parte de sus edificios más relevantes, auténticas joyas de la arquitectura civil gótica y renacentista. También el coste de vidas humanas sería considerable, tanto entre los militares como entre la población civil. Zaragoza tardaría décadas en recuperar el nivel demográfico y económico anterior al asedio.
Agustina Zaragoza fue un producto del proceso de asimilación cultural e ideológica que el régimen borbónico impuso a la Catalunya derrotada en 1714. El autoodio que conduce a la negación de la identidad propia. Nunca ejerció su condición de catalana. Abandonó el uso de su lengua y adaptó su apellido a la grafía castellana: firmaba siempre como Agustina Zaragoza. Y, a pesar de la categorización del mito, no tuvo nunca la voluntad de reivindicar el papel de la mujer en la sociedad. Su actuación fue puramente ideológica. Cuando murió, por expresa voluntad de la finada, su cadáver fue envuelto con el uniforme de capitán de artillería del ejército español.