Tal día como hoy del año 1053, hace 972 años, en Daniyya (actualmente Dénia, País Valencià) moría Utman Ibn-Said ad-Dani, conocido como al-Dani, que había sido profesor de recitación coránica y escritor de temática religiosa. Al-Dani es considerado el máximo exponente de la corriente general del islam en la península Ibérica (el califato andalusí, hasta 1036, y los reinos taifas, a continuación). Esta corriente preconizaba una práctica de la religión musulmana y de su proyección en la vida de esas sociedades mucho más relajada que la de las sociedades islámicas del norte de África, que lo aplicaban de una manera mucho más rigurosa.

Esta relajación era fruto de una serie de hechos que habían diferenciado la implantación y la difusión del islam en la península Ibérica respecto a otros territorios. Cuando los árabes habían desembarcado en la Península, el territorio que a partir de ese momento se llamaría al-Ándalus —con unos cinco millones de habitantes— estaba muy poblado, mientras que los árabes y los bereberes que habían protagonizado aquella invasión no fueron nunca más de cincuenta mil. Esta enorme diferencia numérica impondría unas circunstancias especiales en el proceso de islamización de la población indígena, que no se habían producido en el norte de África, con una masa de población muy inferior.

Al-Dani (que en el dialecto andalusí del árabe significaba "el de Daniyya" —el de Dénia—) sobresalió como estudioso del Corán, y se hizo muy popular por sus comentarios críticos, que eran muy bien aceptados por aquellas comunidades hispanomusulmanas que practicaban un islam muy relajado. No obstante, Al-Dani viviría el inicio de una radicalización promovida por algunos poderes regionales (sobre todo por el emir de Toledo, amenazado por los reinos cristianos de Castilla y de León), y que fue ganando mucho peso entre los segmentos más humildes de la población urbana del sur peninsular, muy empobrecida desde la fragmentación del califato (1036).

Esta radicalización lo colocaría en una posición de riesgo y lo obligaría a huir de Córdoba, donde impartía sus enseñanzas, y a refugiarse en Dénia, su villa natal. Este nuevo contexto, marcado por el extremismo del poder y las clases humildes, desembocaría en una gran crisis que facilitaría el desembarque de los almorávides (un imperio musulmán subsahariano muy radicalizado) y que significaría el principio del fin del tradicional oasis confesional andalusí (1085). La llegada de los almorávides provocaría, por ejemplo, la huida de la totalidad de las minoritarias comunidades mozárabes (cristianos bajo dominación árabe que conservaban su religión) hacia los dominios cristianos del norte.