Tal día como hoy del año 1503, hace 521 años, en Roma, moría Roderic Llançol i de Borja, conocido como Roderic de Borja y como el Papa Borja, que se sentaría en el sitial de San Pedro como Alejandro VI (1492-1503). Roderic de Borja era el segundo y, hasta la actualidad, último pontífice originario de los países de lengua y cultura catalanas. Había nacido en Xàtiva (País Valencià) en 1431 y era hijo de una familia de la nobleza latifundista local, formada por Jofre Llançol y Elisabet de Borja. Roderic fue enviado a estudiar Derecho a Bolonia (1452-1456) y, posteriormente, su tío materno Alfons de Borja —el primer pontífice catalanohablante de la historia que se sentó en el sitial pontificio como Calixto III— lo nombraría obispo de València y cardenal (1456).

No obstante, la mayor parte de su actividad transcurrió en Roma. A la muerte de su tío Calixto III, la familia Orsini desató una oleada de violencia contra la colonia catalanovalenciana que había vivido a la sombra del difunto pontífice. Muchos huyeron, pero Roderic no tan solo se quedó, desafiando a los que lo querían asesinar, sino que resultó decisivo en la elección del sucesor de su tío, que recaería en el cardenal Piccolomini, arzobispo de Siena y opuesto a los Orsini, y que se sentaría en el sitial de San Pedro como Pío II (1458-1464). Durante los pontificados de Pablo II (1464-1471), Sixto IV (1741-1484) e Inocencio III (1484-1492), el cardenal Borja se convertiría en uno de los elementos más poderosos e influyentes del Colegio Cardenalicio romano.

Alejandro VI alcanzó el sitial pontifical por méritos propios, pero también por el apoyo político que le dio la cancillería hispánica. Los reyes Fernando e Isabel ya llevaban una década gobernando y estaban construyendo un gigante político y militar que se postulaba como la nueva superpotencia europea del momento. El Papa Borja, amigo personal del rey Fernando, siempre participó e influyó en los grandes asuntos de Estado de la Corona catalanoaragonesa. Dio apoyo al Edicto de la Alhambra (conversión o expulsión de la minoría judía) y participó en la fabricación del proyecto colombino, junto con otros valencianos, como Lluís de Santàngel (financiero del primer viaje), o catalanes, como Miquel de Ballester (primer alcalde europeo del Nuevo Mundo).

A pesar de su cargo, tuvo una escandalosa vida marital con Vanozza Cattanei (Mantua, 1442) y con la que tuvo cuatro hijos: el primogénito Joan, el conocidísimo condittiero César, la también conocidísima política Lucrecia y el también político y gobernante Jofre. También tuvo tres hijos con mujeres desconocidas: Pere Lluís, Jerònima e Isabel. Murió por culpa de un accidente vascular, pero corrió el rumor de que se había envenenado a sí mismo al tomar el líquido de una copa que había preparado, a propósito, para un cardenal. Su figura, como la de todos sus hijos Borja, ha quedado como el símbolo de la simonía y de la depravación papal renacentista, que, poco después de su muerte, se convertirían en uno de los principales argumentos de la Reforma protestante.