Tal día como hoy del año 1588, hace 437 años, en Lisboa (entonces una ciudad del conglomerado político hispánico), moría Álvaro de Bazán y de Guzmán, que por su condición de capitán general de la monarquía hispánica en el Mar Océana (Atlántico), dos años antes (1586) había sido nombrado almirante de la “Grande y Felicísima Armada”, más conocida por la sarcástica versión inglesa de la “Armada Invencible”. El propósito de esta armada era la conquista y sumisión de Inglaterra a la monarquía hispánica y la Iglesia católica.

En el pasado (siglo XIX), algunas investigaciones historiográficas habían apuntado a una tensa relación entre Bazán y el rey Felipe II durante los preparativos, a causa de la precipitada organización y de los escasos recursos que la corona invertía en aquel proyecto, y que habrían provocado el cese del almirante. Pero la mayor parte de la investigación historiográfica española actual lo desmiente, y afirma que Bazán desarrolló el proyecto con un gran entusiasmo. Poco antes de la fecha prevista para zarpar, enfermaría (enero, 1588) y moriría acto seguido.

El rey Felipe II, obsesionado con conquistar y destruir Inglaterra, destronar y ejecutar a la reina Isabel I y exterminar a los anglicanos; nombró, inmediatamente, al relevo de Bazán, y el escogido fue Alonso Pérez de Guzmán, duque de Medina-Sidonia, yerno de la princesa de Éboli (antigua amante del rey), un político de la corte que no tenía ningún tipo de experiencia militar; que no sabía nadar y que se mareaba a bordo (estas dos últimas circunstancias las haría públicas él mismo y las esgrimiría para evitar el nombramiento).

Según los cronistas ingleses de la época, Pérez de Guzmán era un pusilánime y un cobarde que no salió de su cabina en toda la travesía; y cuando se produjeron los combates navales, se refugió en una cámara acorazada del galeote “San Martín”. Cierta historiografía española lo ha querido desmentir pero, en cambio, el grueso de los investigadores de este periodo confirman que Pérez de Guzmán volvió enfermo y que, después de aquel episodio histórico (1588) vivió el resto de su vida (1588-1619) marginado de toda actividad política y social.