Tal día como hoy del año 1453, hace 564 años, moría en Valladolid (Castilla) Álvaro de Luna, hijo natural de Álvaro Martínez de Luna -el sobrino paterno del papa Luna. Álvaro de Luna era el fruto de una relación extramatrimonial de su padre con María de Uruzandi y Fernández Jaraba, alias la Cañeta. Este hecho no representó ningún problema para que Luna hiciera carrera en la corte castellana. Los Uruzandi y los Jaraba eran estirpes de origen aragonés que formaban parte de la oligarquía local de Cuenca, entonces una de las ciudades más ricas e importantes de Castilla. A eso se añadió el hecho de que su familia paterna no se desentendió nunca de su formación y promovió activamente su ascenso. El joven Luna sería el ariete del papa Luna en la corte castellana.
Álvaro de Luna era una pieza importante en el tablero de ajedrez -el juego de estrategias políticas- de su tío abuelo, el papa Luna, cabecilla de la estirpe Luna. Cuando murió, inesperadamente, Martín el Humano, el papa Luna, que había trabajado para proclamar heredero a Frederico, el hijo legitimado de Martín el Joven y, por lo tanto, nieto legitimado del monarca, se negó, sorprendentemente, a culminar la voluntad política del soberano, aunque Frederico fuera nieto legitimado de María de Luna, la difunta esposa de Martín el Humano y parienta del papa Luna. El Papa maniobró para situar al joven Luna como paje real del monarca castellano. Para conseguirlo, contó con la inestimable colaboración de Fernando de Trastámara, tío del rey-niño castellano y regente en la minoría de edad del monarca.
A partir de este hecho, Álvaro de Luna hizo una carrera meteórica. En aquella ascensión al poder, impulsada por la alianza Luna-Trastámara, maniobró incansablemente en beneficio de sus patrocinadores en el trono de la Corona de Aragón y consiguió implicar a una parte destacada de la oligarquía castellana en la candidatura del Trastámara, hasta que Fernando consiguió su objetivo. Entonces la alianza cambió de orientación y Álvaro de Luna fue abandonado a su suerte. Con todo, hizo gala de sus capacidades y alcanzó el cargo de privado del rey -ministro plenipotenciario. Por el camino dejó un reguero de cadáveres de enemigos políticos. Incluso se llegó a apuntar que había asesinado a Enrique, hermano pequeño de Fernando de Trastámara.