Tal día como hoy del año 1507, hace 516 años, moría en Viana (corona independiente de Navarra) César Borgia, el político y militar de origen valenciano que inspiró a Niccolò Machiavelli en la redacción del tratado Il principe. Esta obra sería el pistoletazo de salida en la carrera de liquidación del régimen feudal —que se fundamentaba en el equilibrio de los diversos poderes políticos y económicos— hacia el régimen absolutista —que lo hacía en la concentración de todos los poderes sobre la figura del monarca, que se transformaba en la personificación del estado. Sería el tránsito de la edad media hacia la edad moderna. Il principe se convirtió en el libro de cabecera de todas las casas reales de la época, y en el nervio ideológico de la embrionaria razón de Estado.
César Borgia (Roma, 1475) formaba parte del clan valenciano de los Borgia, liderado por Rodrigo Llançol de Borgia —el pontífice Alejandro VI— nacido en Xàtiva (Reino de Valencia) en 1431. Rodrigo, a pesar de su condición eclesiástica, mantuvo una larga relación conyugal semiclandestina con la aristócrata lombarda Giovanna Cattanei, que dio como resultado a cuatro hijos, criados y educados en un ambiente cultivado, refinado y ambicioso que tenía más de dinastía que de familia. El más célebre sería César —que destacó en el campo de la alta política, de las armas y las relaciones internacionales. Tuvo una actuación destacada en la política de equilibrios que había diseñado a su padre —Alejandro VI— entre el reino de Francia y la monarquía hispánica, con el arbitraje del pontificado.
César Borgia, a diferencia de su padre (que tenía una relación muy estrecha con los Reyes Católicos y que había participado en la empresa colombina) fue la pieza francesa de la política vaticana. Construyó elaboradas alianzas políticas y militares con las cancillerías de París y de Pamplona (en aquel momento, la corona de Navarra era un estado satélite de París); con el propósito de debilitar la estrategia expansiva de la monarquía hispánica (de Fernando el Católico) en la península italiana. Reconocido como un político y un militar de primer orden, se postuló —y recibió importantes apoyos— como la figura idónea —con capacidad y con prestigio— para crear un Estado italiano unificado —liberado de la presión francesa e hispánica— y convertido en una gran potencia europea.