Tal día como hoy, hace 48 años, moría en Barcelona Aureli Escarré, abad de Montserrat. Había ingresado en la comunidad con 15 años y con 30 ya era el prior. Esta ascensión -inusitadamente rápida en el ámbito eclesiástico- se explica por su personalidad. Hombre de acción y perfil de líder. Y también por las circunstancias históricas. Al inicio de la Guerra Civil del 36, amenazado de muerte por los anarquistas, se exilió con la ayuda del gobierno catalán. Y en las postrimerías de la guerra volvió precipitadamente y se hizo titular prior, evitando que el cargo fuera ocupado por un elemento del gobierno franquista de Burgos.
Durante los primeros años de la post-guerra tuvo una relación fluida con el régimen franquista. Incluso se tuteaba con el dictador. Una postura que no ocultaba el compromiso de la Iglesia catalana con la lengua y la cultura propia. Escarré -que fue nombrado abad en 1946- durante su mandato hizo de Montserrat un centro de resistencia y de difusión de la cultura catalana. La simbiosis Montserrat-Catalunya -que impulsaría la corriente ideológica democristiana que se ha denominado catalanismo montserratino- es de los años del abadiado de Escarré.
Escarré, también, arropó los movimientos políticos que más tarde se transformarían en partidos de gobierno: CDC y las corrientes del obrerismo cristiano integradas en el PSC y en el PSUC. Pero es más conocido por unas declaraciones que hizo en 1963 en el rotativo francés Le Monde. Escarré lanzó una crítica durísima al régimen franquista y a la figura del dictador, que tuvo una fuertísima repercusión internacional. Fue obligado a exiliarse y a renunciar al cargo. Gravemente enfermo, su sucesor -el abad Just- lo llevó de nuevo a Barcelona para morir. Y para reivindicar la figura de un hombre primordial en la historia del país.