Tal día como hoy del año 1665, hace 352 años, moría en la corte de Madrid el rey hispánico Felipe IV, de la casa de Habsburgo, a causa de una enfermedad infecciosa intestinal. Los días precedentes, en la corte hispánica se extendió el rumor de que el rey había enfermado a causa de una "maldición catalana" y se activaron todos los rituales de magia y de brujería que ya se habían visto antes en el proceso de apendicitis que llevaría a la muerte el príncipe heredero Baltasar Carlos. Los mismos rituales que se verían posteriormente en el proceso degenerativo que también llevaría a la muerte prematura a su otro hijo, el rey Carlos II. Estas prácticas hilarantes provocaban reacciones de befa en todas las cancillerías europeas y contribuían a aumentar el descrédito internacional de la corte hispánica.
Felipe IV pasaría a la historia como el rey hispánico que perdió Catalunya, durante 12 años, y los Países Bajos y Portugal, de forma definitiva. Las políticas autoritarias y despóticas del que sería su ministro plenipotenciario Olivares provocaron un incremento exponencial de la tensión interna en sus dominios que, contra la opinión de algunos miembros de su gobierno que acabarían en prisión, intentaría someter por la fuerza de las armas. La revolución independentista de los Segadores (1640-1652) y la proclamación de la Primera República catalana (1641) llegaban después de un periodo de ocupación militar castellana (1635-1640), trágicamente marcado por los robos, incendios, violaciones y asesinatos que los Tercios de Castilla practicaban impunemente sobre la población civil catalana.
También pasaría a la historia por su desastrosa gestión en la Paz de los Pirineos. Con las finanzas y el prestigio internacional agotados, Felipe IV pactó una paz con Francia que comportaría la amputación de los territorios ultrapirenaicos de Catalunya. Luis XIV de Francia, que tenía muy mala opinión de los catalanes, propuso a Felipe IV intercambiar los condados del Rosselló y de la Cerdanya, entregados por la diplomacia hispánica a los franceses a cambio del armisticio (1659), por los condados francoparlantes de Flandes, a caballo entre el norte de la Francia y del sur de la Bélgica actuales. Pero Felipe IV proclamó que había que escarmentar a Catalunya y las fuentes revelan que, aunque la propuesta francesa era muy beneficiosa para los intereses hispánicos, le apetecía más castigar a los catalanes.